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María Guerra
M

aría Guerra (Ciudad de México, 1939-2019) nació en una familia de 10 hermanos, hija de madre guatemalteca, Delfina Tejada Milla, y padre yucateco, Jorge Guerra Leal. Guerra estudió historia en la Facultad de Filosofía y Letras, su trabajo se centró en los movimientos revolucionarios y realizó una maestría en estudios latinoamericanos basada en los feminismos de 1970 a 1990 en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Poeta, feminista, historiadora, periodista, militante del Partido Comunista Mexicano, madre y abuela, revolucionaria y combativa hasta su último aliento, María Guerra dedicó 30 años de su vida a la docencia, impartió clases de historia y estética en el Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH Sur).

En 1993, fundó con su hija, Raquel Larson Guerra, licenciada en sicología clínica, los grupos de reflexión para mujeres Rosario Castellanos La resignificación de la vida, los cincuenta años, con el fin de abordar y desentrañar los hilos de la menopausia, un hecho tan natural como inevitable; por los talleres pasaron alrededor de 900 mujeres que realizaron sus sueños y proyectos.

María Guerra sabía que la palabra cura y compartir la experiencia acompaña.

Entre 1977 y 1978, incursionó en la revista Estrategia del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM, donde por primera vez participaban mujeres en su comité editorial, grupo que basó su estudio en la teoría política marxista-leninista.

En 1979, se incorporó a la secretaría femenil del Partido Comunista Mexicano, donde participó en la elaboración de la primera ley sobre salud sexual y reproductiva, que consiste en que ninguna mujer deberá ser penalizada por abortar, firmada por Arnoldo Martínez Verdugo, entonces dirigente del Partido Comunista Mexicano.

Guerra fundó y dirigió La Mujer en el Mundo, página en el periódico El Día, lo que le valió el Premio Nacional de Periodismo en 1993.

Participó activamente en los movimientos de apoyo a los países de Centroamérica, incluyendo la revolución sandinista, la insurrección en El Salvador y la resistencia clandestina en Guatemala, convirtiendo su casa familiar, en Olivar de los Padres, en una casa de seguridad para refugiados y guerrilleros guatemaltecos, que tristemente regresaban a su país y no se volvía a saber nada de ellos.

Guerra fue acumulando dolor y tristeza, mujer capaz, sostén emocional de su familia y de nosotros, los amigos de sus hijos, cuando teníamos problemas.

Primero fue amiga y después cuñada de la poeta Rosario Castellanos: también formó una amistad entrañable con Benita Galeana, escritora feminista y defensora de los derechos de las mujeres y de los trabajadores.

Mujer sensible y congruente que no antepuso lo personal a lo social, a lo comunitario, tenía la convicción de que se podía convivir entre diferentes y que al final del día sólo es necesario sentarse en una mesa y agradecer la vida.

Publicó tres libros de poesía: En donde duele el tiempo (1990), Vocación de viento (2000) y No es un río (2008). En marzo de 2024 sus hijos, Raquel, Samuel y Jorge Larson Guerra, publicarán su obra póstuma No basta con el mar, que contiene poética de diversas épocas de la vida de María Guerra.

El siguiente es un poema inédito próximo a publicarse.

Vergüenza

Inútil una lágrima,
un grito.
Todo sigue en silencio.
Yo he vuelto a casa
porque estás tú y están los niños
y ellos duermen confiados
en que estamos aquí para cuidarlos,
pero tal vez,
debiera haber ido a perderme
en la ciudad, /
a sentarme a llorar junto a un padre
que espera el regreso de su hijo
que no volverá nunca,
a consolar al que ha perdido
a su hermano /
o a su amigo.
Tal vez
debiera haber ido a pintar
las puertas y paredes
que la palabra justicia ya
no puede decirse,
que no hay palabras limpias,
que han acabado ya con la esperanza,
pero me vine a casa.
Quería correr, gritar,
irme a morir con los
que han muerto.
Tuve miedo y frío
ahora tengo vergüenza y este llanto.

María Guerra, 2 de octubre de 1968

Para sus nietos Julia, Aymara, Lucía, Ana Julieta e Iván

Cada vez que el mundo se cierre
cada vez que el abismo se abra
cada vez que el cielo se derrumbe
ahí estará, al alcance de los labios
el conjuro, la palabra.

Rosario Castellanos