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El riesgo de desorden mundial y la 4T
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a economía global tuvo en 2023 un año diferente al que se esperaba. No hubo una recesión generalizada con fuerte desempleo, sino que la economía de Estados Unidos resistió los impactos de la subida de tasas de interés y creció 2 por ciento con altos niveles de empleo. La economía china, por su parte, logró recuperarse de su política draconiana anticovid y creció cerca de 5 por ciento. Europa, pese a las dificultades de la economía alemana, logró crecer 0.6 por ciento.

Nuestra economía también tuvo un desempeño mejor al esperado por las empresas pronosticadoras. De acuerdo con la información a noviembre, en 2023 creceremos 3.6 por ciento, resultando el mejor año de la administración de la 4T. El mercado laboral mostró fortaleza, de modo que tenemos tasas de desempleo reducidas con aumentos significativos en la participación laboral que alcanzó 60.5 por ciento de la población en edad de trabajar. Los salarios reales mantuvieron su tendencia creciente, como no se había visto en casi 40 años.

Pese a estos buenos resultados, en 2024 se espera que el desorden global se incremente. En perspectiva, el orden económico mundial que ha sido dirigido principalmente por Estados Unidos y secundariamente por Europa, el orden occidental, enfrenta dificultades severas. Los problemas acumulados en los pasados 15 años (el estallido del sistema financiero de 2008, el abandono generalizado de las prácticas de libre comercio pregonadas desde los años 80 del siglo pasado, la brutal desigualdad en la distribución de las vacunas contra el covid-19), junto con el calentamiento global ha documentado la ineficacia de las instituciones globales.

De modo que el orden mundial dirigido por Occidente, cuestionado ya por su incapacidad, en estos años postcovid ha demostrado su torpeza para enfrentar el desafío ruso y la prepotencia criminal de Israel. Una muestra de la ineficiencia de la conducción económica de Occidente fue su reacción a la invasión rusa a Ucrania: un conjunto de sanciones económicas que pretendidamente paralizarían la economía rusa. El gobierno ruso logró amortiguar las sanciones occidentales y continuó su guerra contra Ucrania. Se demostró nítidamente que la respuesta económica y militar en apoyo a Ucrania por parte de Occidente no fue eficaz.

En la guerra Israel-Hamas, Estados Unidos ha demostrado su hipocresía en relación con el respeto a los derechos humanos. El apoyo estadunidense a Israel es rechazado masivamente por muchos países. Todo esto propone que el mundo unipolar ha dejado de ser opción atractiva y que a muchos países les conviene operar en polos económicos regionales o incluso circunstanciales, buscando aprovechar sinergias coyunturales.

El gobierno de la 4T ha reiterado que su permanencia en el polo occidental, capitaneado por Estados Unidos no está en cuestión. Es evidente que en este momento conviene aprovechar nuestro alineamiento con la economía estadunidense, de la que somos su principal socio comercial. Pero ello no debe soslayar la necesidad de estudiar los posibles impactos negativos del desorden mundial que está ya declarado.

Además de estos problemas estructurales, en 2024 habrá procesos electorales cuyos resultados pudieran profundizar el desorden global. Destaca, por supuesto, la contienda presidencial en Estados Unidos en la que la probabilidad de que Trump recupere la presidencia es significativa. Un segundo periodo de Trump muy probablemente marcaría el fin de la democracia estadunidense y del orden global capitaneado por ellos. China propone desafíos importantes: la reducción del ritmo de crecimiento económico derivado de problemas en distintos sectores importantes pudiera detenerlos, al tiempo que se plantea la posibilidad de un bloqueo chino a Taiwán. Un nuevo foco de tensión internacional pudiera conducir a mayores desencuentros con la capacidad de respuesta estadunidense.

En nuestro caso, el proceso electoral presidencial está en lo fundamental resuelto a favor de la candidata de la 4T, aunque deben cuidarse al máximo los detalles para evitar sorpresas. Incluso pudiera ser posible que una mayoría calificada parlamentaria sea conseguible.

Pero este desenlace no puede olvidar que la construcción presupuestal de 2024 plantea dificultades serias que el desorden global pudiera complicar. Destaca el tamaño del déficit fiscal previsto, de 5.4 por ciento del PIB, que si la economía estadunidense se detuviera implicaría que el peso se devaluaría rápidamente, incrementando el tamaño de la deuda externa y de los pagos de capital e intereses asociados a ella. Además, si la inflación no se redujera al ritmo esperado, el Banco de México pudiera mantener altas las tasas de interés, elevando el costo de esta deuda interna. De modo que un año en el que la perspectiva parece clara, conviene cuidar los escenarios externos para estar en posibilidad de responder con celeridad.