lo largo de tres décadas el zapatismo ha logrado irrumpir una y otra vez en lo que aparenta ser el destino inevitable de un desenlace histórico. Justo cuando todo parece estar firmemente pactado entre los que se aferran al poder y ejercen la violencia, el ejército rebelde y sus bases de apoyo accionan de tal manera que la inercia política toma un giro inesperado. Provocan fugas de escape que sobrepasan los callejones sin salida. Al mismo tiempo, en lugar de predeterminar el rumbo de esas contrahistorias, cultivan condiciones de apertura. A eso en parte se debe la trascendencia del zapatismo y su continua relevancia. El acto conmemorativo que se celebró entre el 30 de diciembre de 2023 y el 2 de enero de 2024 activó esa capacidad tan característica suya.
El estado de Chiapas, al igual que el resto del país, por no decir el mundo, atraviesa por terrenos extremadamente complejos. Sobre la base de violencias coloniales de largo aliento, se suman capas recientes de paramilitarismo, del crimen organizado, de políticas extractivistas y megaproyectos de desarrollo. Generan paisajes atravesados por despojos territoriales, desplazamientos forzados y destrucciones socioambientales. Ante un escenario altamente constreñido, los actos conmemorativos en el caracol Dolores Hidalgo, en lugar de responder a la coyuntura, trascendieron sus límites.
El discurso pronunciado por el subcomandante Moisés hizo caso omiso del contexto electoral, de las propuestas de los precandidatos a la Presidencia federal y gobierno estatal, evitó nombrar a los actores que activan la violencia en el país. El acto conmemorativo tomó otro sentido, se extendió hacia un horizonte marcado por la vida digna de Dení, esa niña que nacerá dentro de 120 años, protagonista de la tercera parte de la serie de comunicados publicados por el EZLN entre octubre y diciembre de 2023.
Actuar desde las posibilidades de vida a siete generaciones requiere reinventar cómo se manifiestan las acciones de un ejército rebelde en el presente. Si su función consiste en defender la vida-existencia en común, esto se logra, no presumiendo un músculo político, ni provocando un pleito entre gallos, sino al ritmo de una cumbia. Lxs milicianxs marcharon, con la disciplina que exige todo entrenamiento militar, a las canciones de los Los Ángeles Azules y Celso Piña. Desde este mismo impulso las milicianas bailaron el ska de Panteón Rococó. Así se cuida la vitalidad colectiva en escenarios saturados por la presencia de las fuerzas de seguridad del Estado mexicano, los ejércitos privados del crimen organizado y los paramilitares. Es un antídoto al genocidio.
Al concluir la música, el subcomandante Moisés ordenó desde el escenario ¡Formación de escudo!
. Lxs cientos de milicianxs formaron un encuadre al que nos pidieron entrar, primero las bases de apoyo, seguidxs por lxs visitantes. En ese espacio de protección ampliado nos arroparon con aire suficiente para respirar su invitación de buscar y construir entre todxs el sentido de lo común.
Lo común fue el concepto central en que la conmemoración se enraizó el futuro. Lo común agrega dimensiones y densifica el ejercicio de la autonomía de estos últimos 25 años. Lo común no se establece por medio de la propiedad, ni siquiera la propiedad colectiva, sino es un territorio de nadie porque es de todxs, tal como son las tierras recuperadas tras el levantamiento de 1994. La pertenencia colectiva y las relaciones socionaturales se tejen por medio de las relaciones que cuidan y sostiene la vida-existencia. Requieren una participación activa y constante al margen del Estado y de sus instituciones. Lo común es a su vez el espacio de encuentro. Se manifiesta en los puntos de cruz de un bordado en que confluyen los hilos sin que ninguno se subsume o oculte entre los demás. Lo común es la telaraña de hilos capaces de sostener mucho más que su propio peso. El subcomandante Moisés se refirió en tseltal a la vida existencia digna, al lekil kuxlejal, y a la tierra que a su vez es pueblo y es el todo, expresado por medio de lum k’inal. Son los elementos que sus abuelxs y tatarabuelxs han defendido, elementos que constituyen esa base de lo común en territorio maya. Son a su vez un referente a crear lo común a partir de lo propio y vincular diversas geografías.
El conjunto de pasos marcados por la cumbia, el abrazo del encuadre miliciano y la interpelación de los común produjeron un punto de inflexión imprescindible frente a las violencias extremas actuales. Aleja aún más al ejército rebelde de las genealogías revolucionarias que le dieron origen, transforma cómo se gesta esa revolución. Quizás es uno de los resultados de la reflexión crítica interna en la que el EZLN y sus bases de apoyo han estado inmersxs en los últimos años.
No resuelven los desafíos que enfrentamos en el ahora. Ofrecen más preguntas que respuestas. Las tareas son inmensas, el camino extenso. La guía es el libro de la memoria viva de lxs ausentes, incluyendo los caídos hace 500, 40 y 30 años. En su discurso, el subcomandante Moisés insistió que si bien la poesía, la pintura y el arte son importantes, no son suficientes. Lo importante es la acción. Pero en este caso, es justo lo poético encarnado en los actos conmemorativos que permitió vislumbrar lo posible para así trascender los límites impuestos por el presente.
* Profesora e investigadora del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (Ciesas) y autora del libro Política kuxlejal