De declaraciones y alegatos // La sinceridad ante todo // En alto el nombre de la madre // A confesión de partes, relevo de pruebas
i ustedes se topan, en cualquier texto que estén leyendo, con alguna de las expresiones latinas siguientes no desfallezcan, porque todas quieren, en nuestro idioma, decir lo mismo: nullam sit confessio ex lest. Nullam expertus per confessionem. A nullam confessio est pars test. Mullsmullam sit confesios ex text
. Todas ellas pretenden asegurarnos que, cuando un ciudadano confiesa ser el autor de un acto delictivo o de cualquier transgresión a la ley, su confesión hace innecesaria, para la autoridad, la comprobación del ilícito voluntariamente declarado. Hay países en los cuales no les basta la confesión del presunto culpable, sino que exigen la verificación de su dicho. En otros, como el nuestro, para que una acción tan inverosímil como una autoincriminación adquiera visos de plena certidumbre, es necesario contar con testigos y testimonios inobjetables ¿O no recuerdan cuando para otorgar plena certidumbre a un acontecimiento se debía recurrir al testimonio de la madrecita del declarante, porque todo el mundo sabe que las cabecitas blancas son incapaces de mentir? ¿Y en casos sumamente graves se recurría a invocar el testimonio del Supremo Hacedor como un aval incontrovertible de que esa inusitada confesión no violaba el octavo mandamiento: No mentirás? Por ejemplo: Le juro comandante que cuando sucedió lo que me achacan, de lo que me echan la culpa, yo estaba acompañando a mi jefecita en la misa de cuerpo presente de don Cleofas, un vecino de la vecindad, llamada condominio, al que le cayó encima una pequeña dovela de hormigón armado. Mi jefecita es testiga y se lo puede comprobar
. Y hay otros inculpados todavía más audaces que suben al infinito el nivel del fiador: Se los juro por Diosito santo que no fui yo. Ni siquiera sé manejar. Diosito, (infalible, Él) es mi mejor testigo
.
¿Pero a qué viene esta densa divagación en torno a los pros y contras del singular incidente procesal al que nos hemos venido refiriendo? Pues a que, de pronto, ante el asombro ciudadano generalizado, surgió frente a nosotros una excepcional e inesperada confesión de parte
. Ésta no se llevó a cabo frente a ninguna autoridad judicial, pero más mejor: el anuncio se realizó ante un numeroso contingente de representantes de los medios de comunicación escritos y audiovisuales, y fue coordinada y presidida por los dirigentes de los partidos políticos que conforman el triunvirato opositor al gobierno, así como por la crema y nata de los organismos conformados por ciudadanos a los que les brota agudo sarpullido con la más mínima relación (pública, por supuesto) que les achaque tener algo que ver con esa perversa actividad llamada quehacer político. Ellas se ufanan en sostener que son la sociedad civil y, el resto de los seres, ¿cuántas propiedades, acciones y cuentas bancarias deberán tener para alcanzar esa distinción? Faltan dos escasas semanas para que el confesante se presente ante nosotros como el paradigma del juicio inatacable, apegado a derecho, imparcial, justo, transparente. Gracias a su permanente actuar, valiente y honorable, avanzamos a la vida democrática venciendo los embates del régimen que la estupidez del pueblo no sabio
votó entonces y sufre ahora. El alegato del aguerrido defensor de la democracia (de unos cuantos) llega tarde: esa confesión de parte
no es recurso contra la sentencia popular sobre su turbia actuación en los pasados 10 años. Se trata de cosa juzgada.