o lo percibimos, pero sí hemos avanzado algunos pasos hacia el cambio en el estilo de vida. Porque no se trata de dicotomías, o petróleo, o energía solar. Tampoco sería útil e inteligente eliminar todos los vehículos de combustión interna y darle paso a los de consumo de electricidad.
La tarea de limpiar el ambiente de dióxido de carbono (CO2) y concentrarse sólo en el transporte vehicular es, en sí, una pérdida de tiempo y esfuerzos. De hecho, no es un objetivo de transición energética.
En la convicción y el esfuerzo para involucrarse en las tareas para aminorar los daños del cambio climático, tenemos asegurado los avances, no importa si son modestos o extraordinarios, sino que la población asimile y coopere con todo el esfuerzo posible por revisar, exactamente, cuáles son nuestras necesidades vitales. Los automóviles no lo son.
Otro punto importante que no ha sido asimilado conscientemente en su totalidad es la velocidad con la que pretendemos transportarnos todos los días. En este punto hemos reflexionado en múltiples ocasiones con mi equipo de trabajo los motivos por los cuales los fabricantes de autos nos venden la velocidad antes que la seguridad del vehículo. La conclusión es que debemos profundizar en las ideas.
Con respecto de la velocidad, hasta el momento y de acuerdo con la ingeniería automotriz de la empresa Tesla están asegurados los 100 kilómetros por hora. Si aumenta la velocidad y la distancia, la energía de la batería disminuye, por lo que necesitaríamos mayor consumo de litio y otros componentes.
Se avanza en la búsqueda de la fórmula para contar con una batería de mayor duración. El problema es que no se ha encontrado la solución para que el precio de una pila más potente no aumente.
Para un gran sector de la población, la adquisición de un auto eléctrico es prohibitivo por lo que, en caso de fabricar autos más veloces, éstos encarecerán y será difícil que se vendan en el corto plazo.
Las consecuencias serán atrasar la disminución de contaminantes. Los pasos para disminuir la cantidad de CO2 están proyectados para realizarlos en un corto plazo. De tal forma que si no se analizan a profundidad los cambios que se necesitan para que la carrera comercial exacerbada disminuya y para que las opciones actuales que tenemos en las diferentes fuentes energéticas se optimicen, el panorama ambiental seguirá siendo crítico.
Mejorar el ambiente, como ya decíamos, no sólo es destituir una fuente de energía por otra, sin considerar las posibilidades de un uso consciente y óptimo de las actuales.
La transición energética también implica asimilar el cambio en el estilo de vida de la población mundial. Consumir lo necesario y cuidar los recursos naturales al máximo es un avance verdadero.
Reiteramos que las prioridades en este momento son disminuir la contaminación general; apoyar con todos los métodos posibles para que el nivel de producción de CO2 disminuya y, por otro lado, dejar de consumir lo que no necesitamos.
Ya contamos con fuentes de energía limpias firmes, por lo tanto, la tarea es concentrarse en mejorar las que tenemos e integrar al plan general de limpieza ambiental aquellas que están disponibles, como la fuente nuclear, que ha sido condenada a la satanización por la ideología purista ambientalista que, lejos de aportar, crea ambientes adversos al análisis científico de fondo.
Cuando nos referimos a las fuentes limpias firmes y disponibles, estamos hablando de aquellas que, como las centrales nucleares, siempre están disponibles y no dependen del clima.
Una de las cuestiones más importantes en el proceso de transición energética es la capacitación paralela, no sólo del personal técnico, sino de toda la sociedad. Sin educación ambiental, los avances en sanidad no serán percibidos y su importancia será minimizada.
La responsabilidad y honestidad del personal técnico para mantener en funcionamiento óptimo todas las fuentes existentes es una conducta indispensable para dar pasos cada vez más firmes en el cambio del estilo de vida que necesitamos.
Para esta tarea, todos los sectores de la población deben involucrarse: magisterio, sindicatos, personal de salud, empresas privadas, instituciones deportivas, partidos políticos, religiones, así como las asociaciones sociales constructivas.
El problema afecta a toda la humanidad, por lo que corresponde a la sociedad cumplir con los programas, protocolos, leyes y todo lo que tenga que ver con el mejoramiento ambiental. Involucrarse conscientemente en el proceso de transición energética también es un acto revolucionario.