Sábado 6 de abril de 2024, p. 2
Todo es música en la incipiente vida de Ana Sofía Vidales Catalán. No sólo porque a los dos años y medio comenzó a estudiar violín y a los cuatro, piano, además de que a los nueve fue considerada niña prodigio
, ni qué decir que a sus recién cumplidos 15 abriles, en vez de la tradicional fiesta con vals, pidió que se le hiciera un concierto. También, porque de forma diaria, gran parte del día se la pasa estudiando, ensayando, componiendo o pensando en términos musicales.
La música es mi razón de ser y parte esencial de mi vida; está integrada a mi persona; es como el aire que respiro, algo de lo que soy. Nací y he crecido con ella; desde que recuerdo, siempre he tenido un instrumento a mi lado
, dice la joven violinista, pianista, cantante y compositora con una amplia sonrisa.
Emocionada por el concierto que ofrecerá hoy en el Auditorio Blas Galindo a las 13:30 horas, dentro del ciclo Cañones y Cascadas, con el que el Centro Nacional de las Artes impulsa el talento musical de niños con alto coeficiente intelectual, Sofi, como gusta que le digan de cariño, se asume aún como una niña y se dice muy feliz.
Ésta es una condición que han cuidado mucho sus padres, Raquel Catalán e Hilarión Vidales, ella, percusionista de formación, y él, guía de montañismo en México y el extranjero, aunque también con genes musicales, pues su abuelo fue violinista.
Su mamá y yo hemos tratado de cuidar mucho su infancia, hemos cometido errores, pero tratamos de no aventarla luego luego al trabajo, porque ya hay ofertas, hay mucha gente interesada en grabarla y producirla, pero hemos esperado a que primero acabe su infancia
, asegura el papá luego de que la madre aclarara que Sofi se aferra con todas sus fuerzas
a la niñez.
A su corta edad, esta simpática creadora e intérprete puede jactarse de tener ya una importante trayectoria en el terreno musical y de llevar una vida extraordinaria
, como haber viajado a los seis años a Alemania y Austria para dar conciertos a otros niños.
Es consciente de que esto tiene sus costos, como transcurrir su infancia en centros de educación musical, primero en la Facultad de Música de la Universidad Nacional Autónoma de México, adonde ingresó a los cinco años, y luego a la Escuela Superior de Música, además de haber cursado dos años la especialización en piano en el Conservatorio Nacional, y estudiar composición.
Hoy día prosigue sus estudios en las primeras dos instituciones, a la par de cursar el primer año de preparatoria a distancia, porque de otra forma, dice, no le alcanzaría el tiempo,
“Sé que no soy ‘una niña normal’; me gusta que me digan que soy una niña, y lo seré hasta que cumpla 18 años. Digo que no soy normal porque, comparándome con mis compañeros de la escuela ‘normal’, ellos juegan o hacen otras cosas, o sus intereses son muy diferentes, y mi enfoque es, y ha sido siempre, la música”, explica.
Entonces, siempre ha habido como una brecha, una diferencia con los otros niños, desde que era muy chiquita; sus metas y las mías no son las mismas; tengo otros ideales: quiero ser violinista, pianista y compositora.
Otra de las facturas cobradas por la música ha sido la de contar con pocos amigos: Sí he sido una niña feliz, aunque claro que ha habido problemas, no digo que ha sido perfecto; en las escuelas de música he sufrido acoso, porque a veces los maestros, sin querer, me ponen de ejemplo, y por eso algunos compañeros me odian, sin que yo haga nada; ya hasta fui a dar al hospital por eso, por estrés, pero ha valido mucho la pena esta vida
.
El concierto que la joven intérprete ofrecerá en el Auditorio Blas Galindo incluirá el estreno mundial de cuatro obras de su autoría, para piano y violín, además de tener de invitado al pianista Rodolfo Ritter, con quien interpretará piezas a cuatro manos del compositor Sergei Rachmaninoff.