ace 56 años se llevó a cabo en este lugar un fuerte combate entre un pequeño grupo de jóvenes valientes, donde ofrendaron su vida los compañeros Roque Salgado Ochoa y Filiberto Solís Morales después de rescatar de la cárcel de Iguala al compañero Genaro Vázquez Rojas”. Así inició el pasado 22 de abril el discurso conmemorativo del compañero Arturo Miranda en el paraje de Icatepec, municipio de Taxco, en el que Genaro empezó su carrera como guerrillero, luego de que tomaran la palabra los dos compañeros que sobreviven de aquellos ocho guerrilleros iniciales: Abelardo Velázquez Cabañas y José Bracho Campos.
Tuve el privilegio de participar en esa sentida ceremonia, en las áridas y pedregosas montañas del norte de Guerrero, por invitación de los compañeros Moisés Ocampo Delgado y Saúl Ocampo Brito, y descubrir de primera mano el cariño y respeto que miles de maestros, campesinos y ciudadanos de Guerrero guardan aún, a 52 años de su muerte, por aquel maestro de clara palabra, fundador de Asociación Cívica Nacional Revolucionaria.
La fuga del penal de Iguala, en aquel tiempo en el palacio municipal que hoy es el Museo de la Bandera, marca una transición definitiva en la vida de Genaro y sus compañeros: la decisión de que seguir el ejemplo cubano al concluir que las vías pacíficas de la transformación nacional las había cerrado la violencia y el autoritarismo del PRI-gobierno. No eran los únicos: en ese momento ya estaban en armas Lucio Cabañas con la Brigada Campesina de Ajusticiamiento y pocas semanas después Óscar González Eguiarte se internaría en la sierra de Chihuahua para dar continuidad a la lucha interrumpida por la muerte en combate de Arturo Gámiz y sus compañeros, en Ciudad Madera, en septiembre de 1965. Para todos ellos el triunfo de la revolución cubana abría una puerta a una situación insostenible, en la que los asesinatos y la represión del gobierno y los caciques no decía. Las vías pacíficas sí estaban cerradas, aunque hoy nos cueste entenderlo o admitirlo.
Genaro Vázquez (San Luis Acatlán, 1930), egresado de la Escuela Nacional de Maestros y dirigente campesino, militante del Movimiento de Liberación Nacional y del Movimiento Revolucionario del Magisterio, había sido uno de los fundadores de la Asociación Cívica Guerrerense, en 1959, nacida como respuesta al asesinato de dirigentes campesinos a manos de policías estatales.
No contaré hoy la lucha de los cívicos en los años 60, no reiteraré la lista de asesinatos masivos (como el de los copreros que empujó a Lucio Cabañas a la clandestinidad, en Atoyac, en 1967) y asesinatos selectivos. En diciembre de 1962 una manifestación es violentamente reprimida en Iguala y seis años después se encarceló a Genaro por incitar al asesinato
. Defendido por los abogados del Movimiento de Liberación Nacional, Genaro agotó todos los medios legales, tras lo cual desde la prisión organizó un comando: los siete compañeros suyos que nunca habían tomado las armas y que aquel 22 de abril de 1968, durante una visita al dentista, lo rescataron.
Perseguidos por la árida montaña, horas después los alcanzó el Ejército en el paraje de Icatepec (en el que un millar de compañeros se reunieron la semana pasada a homenajear a los ahí caídos y a Genaro Vázquez). Herido el jefe del comando, Roque Salgado Ochoa se quedó como cobertura para que el resto pudiera escapar. También cayó en combate Filiberto Solís Morales, hermano de la esposa de Genaro.
Genaro y los cinco compañeros restantes eludieron el cerco y en El Triángulo, en el municipio de Atoyac, transformaron la Asociación Cívica Guerrerense en Asociación Cívica Nacional Revolucionaria (ACNR). También ahí redactaron un plan de cuatro puntos: 1. Derrocamiento de la oligarquía, formada por los grandes capitalistas y terratenientes pro-imperialistas gobernantes; 2. El establecimiento de un gobierno de coalición compuesto por obreros, campesinos, estudiantes e intelectuales progresistas; 3. Lograr la plena independencia política y económica de México, y 4. La instauración de un nuevo orden social de vida, en beneficio de las mayorías trabajadoras del país
(con información del doctor Demóstenes Lozano, otro de los históricos de la ACNR).
Ahí iniciaron los cuatro años y medio de lucha guerrillera de Genaro Vázquez, hasta su sospechosa muerte, acaecida en noviembre de 1972. Entre 1968 y 1975, el Ejército realizó 14 campañas militares en Guerrero para acabar con la ACNR y el Partido de los Pobres, del comandante Lucio Cabañas. Más allá de la historia, la noticia estriba en la constatación del recuerdo que los campesinos y los pueblos guardan de Genaro, a más de 50 años.
Además de la condena fácil, hay avances en el México contemporáneo impensables sin la respuesta de los guerrilleros a la violencia y el autoritarismo de un Estado que gobernaba para la gran burguesía, manteniendo no un pacto de sumisión, pero sí de alianza estratégica con Estados Unidos desde, por lo menos, 1945.
La incorporación de ex guerrilleros, supervivientes, familiares de desaparecidos y simpatizantes a la defensa de los derechos humanos, a los movimientos feministas, obreros, campesinos, indígenas, magisteriales y populares que fueron conquistando los derechos colectivos y la lucha política contra los gobiernos, así como la herencia directa de los movimientos armados socialistas, cambiaron al país.
Pero parece que está prohibido decirlo.