n la próxima elección se decidirá si se ratifica la continuación del proyecto de la Cuarta Transformación (4T) del país iniciado por el gobierno de Andrés Manuel López Obrador por el cual mayoritariamente decidieron la mayoría de los electores en 2018, o si se le retira el apoyo y confianza y con ello se detiene al segundo piso de la 4T para regresar al antiguo régimen que abandera la alianza entre PRI PAN y PRD.
En esta elección, y a diferencia de la de hace seis años, no se votará por una expectativa, sino por la prórroga, o no, de políticas y acciones de gobierno llevadas a cabo, es decir, por la validación a los cambios impulsados por la actual administración o su rechazo y con ello por la regresión a los antiguos modelos que empobrecieron a un país rico. Las opciones que ocupan el primero y el segundo lugares en las encuestas pertenecen a modelos conocidos que han gobernado. Más que promesas, representan certezas.
La decisión se llevará a cabo el 2 de junio y, a pesar de la enorme importancia que para la nación tiene el que la ciudadanía ejerza el derecho que la Constitución le otorga y por el cual todo poder dimana del pueblo, a menos de un mes de la jornada electoral son más los ciudadanos que desconocen que se celebrará el 2 de junio que aquellos que sí lo saben; ello abre la puerta al riesgo que significa el abstencionismo.
Mientras menos sean las personas que acudan a votar mayor es el peligro de que quien decida el futuro del país sea una minoría de la mayoría, lo que sería un fracaso democrático, por ello llama la atención que la autoridad electoral en México no haya emprendido con la fuerza que requiere una campaña masiva a través de la cual dé a conocer al electorado la fecha en la que deberá ir a las urnas, a pesar de que a inicios de marzo de este año el Instituto Nacional Electoral (INE) y el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) firmaron un convenio de colaboración para, entre otros compromisos, fomentar la cultura político democrática y con ello incrementar la participación ciudadana en las elecciones y el voto en las urnas. Con 99 millones de electores el mayor riesgo del proceso es el alto abstencionismo
, coincidieron al subscribir este convenio la consejera presidenta del INE, Guadalupe Taddei, y la presidenta del TEPJF, Mónica Soto.
Si escuchamos la convocatoria a participar el 2 de junio en espots de radio y televisión es, mayoritariamente, a través de espacios de las candidaturas y partidos políticos, a lo que se suman esfuerzos por parte de la iniciativa privada como la recientemente puesta en marcha campaña Me veo impulsada por el Consejo Coordinador Empresarial, el Consejo del Trabajo, el Consejo Mexicano de Negocios y el Consejo de la Comunicación, que busca fomentar la participación de los jóvenes, entre ellos 15 millones que votarán por primera vez.
Durante los últimos 48 años se han llevado a cabo, incluido el actual, nueve procesos electorales para elegir al titular de la Presidencia de la República. En siete de estos procesos el día de la elección se celebró en el mes de julio; otro fue en agosto –el de 1994–, y en 2024 decidiremos en las urnas por primera vez en la historia reciente del país en el mes de junio, el día 2. También por primera vez en la historia de México dejaron de aparecer bardas pintadas con la fecha del día de la elección, así como espectaculares mandados a rotular por la institución encargada de los comicios para en ellas llamar al voto en la fecha en la que se celebra.
A la falta de promoción de la jornada electoral, se suman elementos que pueden incidir en el abstencionismo, como las campañas negativas que parecen buscar –a través de descalificaciones personales que generan repudio, miedo o asco en el electorado– restar votos al contrincante, cuando no sólo es a él a quien le quita votos, sino también a quien profiere el discurso de animadversión, ya que gran parte de la ciudadanía está cansada de la polarización que ha caracterizado a quienes ante la falta de proyecto buscan en las emociones, sin importar que sean provocadas por mentiras, capital político.
Durante un proceso como el actual, en el que todas las casas encuestadoras serias y cuya metodología es válida y confiable colocan con un amplio margen a Claudia Sheinbaum como favorita, ¿quién podría beneficiarse si se provoca la abstención del voto? Sólo a quien le interesa que las minorías privilegiadas gobiernen. Quien incita a la abstención menosprecia la voluntad del pueblo, ya que no lo considera digno o preparado para decidir.