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Expone El Prado el arte social de 1885 a 1910
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Una huelga de obreros en Vizcaya (1892), de Vicente CutandaFoto cortesía del Museo Nacional del Prado
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Emigrantes (1908), de Ventura Álvarez.Foto cortesía del Museo Nacional del Prado
Corresponsal
Periódico La Jornada
Miércoles 22 de mayo de 2024, p. 3

Madrid. El Museo del Prado inauguró la exposición Arte y transformaciones sociales en España (1885-1910), en la que narra, a través de piezas de Pablo Picasso, Sorolla, Gutiérrez Solana o Darío Regoyos y muchos otros artistas, la realidad de finales del siglo XIX y principios del XX, un periodo turbulento que se caracterizó por ser el germen de los movimientos obreros y sindicales, la antesala de las grandes guerras mundiales, la emigración masiva por la depresión económica, la decadencia del naturalismo ante la irrupción de nuevos lenguajes como el cine o la fotografía.

La pinacoteca madrileña llevaba tiempo sopesando adentrarse en la lectura de su acervo desde la perspectiva del arte social; es decir, la explicación de una época por medio de la obra, o viceversa, la narrativa y su razón de ser en función del momento en que se concibió.

Las piezas buscan explicar las causas de las revueltas populares, de los movimientos sindicales, la emigración y la discriminación a etnias como la gitana, de la explotación de las mujeres a través de la prostitución o el sometimiento silencioso por las estructuras ancestrales de la sociedad. Toda esa realidad, que ocurrió en una etapa durante la que surgía un nuevo mundo, el de los dos bloques que marcaron el siglo XX y de las grandes guerras mundiales, se reflejó en el arte, en la fotografía, en el pensamiento y en el sentimiento de los creadores.

En la exposición se busca mostrar por medio de 300 obras –muchas de éstas inéditas, sobre todo las fotografías expuestas en galerías– las interpretaciones de los artistas de la profunda transformación social que se experimentó entre 1885 y 1910.

El antecedente inmediato en términos estéticos es la larga época de predominio de la pintura de historia como inspiración principal. La diversidad de técnicas y registros creativos que componen la exposición permiten mostrar la gran variedad de respuestas de los artistas al reto de representar las transformaciones de la sociedad en aspectos hasta entonces apenas tratados, como el trabajo industrial y la inclusión de la mujer en el mundo laboral, la educación, la enfermedad y la medicina, la pobreza y la marginación étnica y social, el colonialismo, las huelgas, el anarquismo y las reivindicaciones obreras.

En aquella época, los artistas dejaron de tratar asuntos históricos para abordar su contemporaneidad, de modo que sus creaciones se convirtieron en testimonio de aquellos cambios. Inspirados por la fotografía, los pintores españoles buscaron una objetividad en la representación, adoptando un estilo naturalista, similar al que había triunfado en Francia y en otros países, pero con una identidad singular, en parte por la influencia de Velázquez y Goya.

En la muestra se analizan las diferentes interpretaciones de esa compleja realidad, así como la mezcla de técnicas (fotografía, ilustración y pintura) y la crisis del sistema de representación naturalista tras el triunfo de sus autores más destacados, por ejemplo, los hermanos Luis y José Jiménez Aranda, Vicente Cutanda, Joaquín Sorolla, Santiago Rusiñol y Ramon Casas.

Uno de los apartados de la muestra se refiere a la prostitución, que se convirtió en aquellos años en un tema predilecto de los novelistas y los pintores. Se asoció con la representación de la injusticia social y la explotación, como en Joaquín Sorolla y Antonio Fillol y, después, al hastío y al desgarro vital de las prostitutas, como en Gonzalo Bilbao, Ignacio Zuloaga y Julio Romero de Torres. Los artistas más renovadores, que trabajaron en París, como Hermenegildo Anglada Camarasa y Pablo Picasso, abordaron la prostitución con escenas más urbanas, tanto en la calle como en los cafés y en los espectáculos de cabarés. En el espacio restringido del burdel y también en el espacio público, disfrazada como diversión, la prostitución se toleraba, pues su erradicación se creía imposible, pero su consideración social era totalmente negativa.

La exposición también se sumerge en la emigración de finales del siglo XIX, cuando salieron del país más de 400 mil personas por la profunda depresión económica y muchas de ellas llegaron a buscar una nueva vida a México y al resto de América Latina. De ahí que los artistas se inspiraran en el embarque de los emigrantes, también reflejado en las fotografías, la presencia de las lanchas y transbordadores junto a los grandes vapores transatlánticos, las fichas de control de los emigrantes, con su identificación fotográfica, la figura del indiano y las de los repatriados.