i los grandes espectaculares de los partidos y candidatos, ni los millares de lonas repartidas en toda la geografía nacional, ni los millones de camisetas, gorras y banderas de colores partidarios. Los verdaderos telones de fondo de las campañas electorales que finalizan son los clamores omnipresentes: clamores del planeta y clamores de víctimas que se sienten invisibilizadas, desdeñadas en su problemática y demandas.
Mítines a más de 40 grados a la sombra; torbellinos que derrumban plataformas y matan personas. Ciudades sedientas, presas vacías, cauces yermos, árboles chamuscados. Han sido campañas en tierras quemadas. Esa es la constante, pero la euforia política nos ha impedido considerar en toda su dimensión el cambio climático que avanza más aceleradamente de lo pronosticado.
Detrás de las celebraciones apoteóticas, de las encuestas, de las promesas de porvenires luminosos, late el apocalipsis que nos hemos hecho a mano, no todos en la misma proporción, porque los más responsables de él son la codicia sin fin, el extractivismo, la concentración de la riqueza en unos pocos, pero grandes depredadores. Las buenas conciencias ignoran e invisibilizan la cauda de males generada por capitalismo realmente existente, actuante y depredador, a la vez que blanden el espantajo de la dictadura y hasta piden oraciones electorales para que se nos libre del comunismo
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Hay una rebelión de la naturaleza que se defiende de la agresión humana con sequías, incendios forestales, inundaciones, generando nuevos virus, descongelando el permafrost que libera millones de toneladas más de dióxido de carbono. La naturaleza no aguanta más un sistema productivista-extractivista-consumista-concentrador, demencial como el del capitalismo del siglo XXI.
Junto a esa rebelión de la naturaleza coexiste la rebelión de las víctimas, como certeramente apunta el teólogo brasileño Leonardo Boff. ¿La habrán detectado en sus recorridos los candidatos de mente y corazón abiertos?
Las víctimas del cambio climático: comunidades desplazadas por la sequía, inundaciones, deslizamientos de tierra y huracanes en México, sobre todo los pueblos originarios y campesinos. Quienes llevan dos años esperando la lluvia, que no tienen agua ya no digamos para la siembra, sino para beber ellos y sus hatos. Las poblaciones urbanas a las que no se hace efectivo su derecho al agua potable.
Las víctimas de la violencia en muy diversos aspectos y espacios: las personas desaparecidas forzadamente y las madres también desaparecidas por buscarlas. Los 43 de Ayotzinapa y sus familiares. Las comunidades originarias y campesinas que son desplazadas o despojadas de sus territorios, sus bosques, sus tierras, su agua. por la acción de los cárteles; las personas, sobre todo dirigentes. que han sido asesinadas por defenderse del saqueo. Los periodistas asesinados por sus denuncias. Las víctimas de los feminicidios que no cesan y de la violencia contra las diversidades sexuales. Los pueblos tomados por los narcos, extorsionados, que tienen que pagar derecho de piso en su propia tierra. Los jóvenes que no pudieron superar el riesgo de caer en las garras de las adicciones o de ser reclutados como sicarios o narcomenudistas.
Las víctimas del descarte capitalista, los migrantes, expulsados de su lugar de origen, maltratados por donde pasan, objetos de ataques xenófobos, rechazados adonde van. Los maestros independientes que reclaman justicia en salarios, prestaciones, sistemas de promoción y cuestionan la representatividad de los liderazgos oficiales. Los estudiantes que claman por la gratuidad y exigen la calidad de la educación, no sea privilegio de la educación privada.
El cortísimo plazo de las elecciones ya se cumplió y ojalá que la voluntad popular no se incline por quienes durante décadas favorecieron la depredación ambiental y social, favoreciéndose con ellas, produciendo miles de víctimas. Pero ya se nos vinieron encima otros problemas que demandan acciones inmediatas. La sequía demanda un plan emergente, que libere recursos ya, sin tener que esperar al Presupuesto de Egresos de la Federación de 2025, para apoyar a las entidades, regiones y grupos sociales que están por colapsar. Por ejemplo, Durango y Chihuahua están en peligro de quedarse sin hato ganadero. Si no hay un programa emergente de auxilio, nuestras capacidades de producción de alimentos como país van a resultar seriamente mermadas.
Problemas tan graves como éste y los de los grupos sociales excluidos, violentados, descartados, han precedido y rodeado las campañas electorales. Es tiempo que dejen de ser un triste telón de fondo del acontecer político. Aun teniendo una jornada electoral pacífica, con gran participación ciudadana, nuestra democracia no será completa si no se escuchan y atienden con eficacia los clamores de las víctimas y de la madre Tierra.