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Indigentes en Buenos Aires se cubren del frío con un abrazo y una manta

En los primeros meses de gobierno de Milei se duplicó la pobreza en la capital argentina

 
Periódico La Jornada
Domingo 21 de julio de 2024, p. 27

Buenos Aires., Jonathan Gómez barre la acera, acomoda su colchón y enciende un brasero para matar el frío en una calle de la capital argentina, donde la indigencia se duplicó en un año mientras más de la mitad de la población del país es pobre.

El hombre, de 30 años, trabajó en gastronomía, pero este año se quedó sin empleo y su vida se derrumbó.

Dos latas y un mechero forman su improvisada cocina; una carreta es todo lo que le pertenece. Tenemos tres mantas y un abrazo contra el invierno, se ríe, mientras abraza a su pareja María de los Ángeles López, de 33 años, quien se presenta como ama de casa.

Los dos están tendidos en un colchón a metros de los lujosos edificios de Puerto Madero y del polo gastronómico más exclusivo de Buenos Aires.

En los primeros meses del gobierno de Javier Milei, el instituto de estadísticas de la ciudad reportó un índice de indigencia de 16 por ciento, el doble respecto del primer trimestre de 2023.

Cuatro sin techo murieron de hipotermia en las últimas semanas en pleno invierno porteño. La policía a veces te lleva colchón, mantas, para que vayas a un parador que parece una cárcel y para que la gente con plata no vea la crisis económica y social y ponernos bajo la alfombra, afirma Jonathan.

La Universidad Católica Argentina refiere que en una economía en recesión vastos sectores de la clase media se convirtieron en nuevos pobres.

Hay una pérdida en los hogares, no sólo por capacidad de compra de los salarios, sino por el desempleo de jefes de familia, explicó Eduardo Donza, investigador de la institución.

Tenemos una pobreza estructural, con tercera generación de niños y adolescentes nacidos en exclusión, definió.

Es el caso de Gabriela Costas, que a los 45 años vive en la calle desde los nueve. Viví en la calle toda mi vida. Cuando tiran cosas en los tachos de basura las levantamos y así comemos, cuenta a Afp.

Su hijo Alexandre Barrales, a los 18 años vive y estudia la secundaria en el hogar de una fundación, donde encontró cobijo cuando tenía 13 años.

Con mi futuro pienso hacer un proyecto para vender comida, poner un puesto en la calle, lo que se pueda para salir adelante, afirma.

Mientras el gobierno resiste una orden judicial para repartir toneladas de alimentos a cientos de comedores que puso bajo auditoría, universitarios reflotan una respuesta al hambre.

En un galpón de la Universidad Nacional de Quilmes, en la periferia de Buenos Aires, una fila de personas aguarda para recibir un plato de Supersopa, un alimento desarrollado por ese centro de estudios para ofrecer proteínas a bajo costo a sectores vulnerables, en un país ganadero que consume cada vez menos carne por el aumento de precios.