Jueves 25 de julio de 2024, p. 12
Pese a que la autonomía progresiva es parte esencial para forjar adultos independientes, capaces y seguros, todavía muchos padres, madres, tutores y maestros la perciben como amenaza a su autoridad y, en general, como práctica que socava el adultocentrismo que concibe a niños y adolescentes como inferiores o incluso objetos de protección, en lugar de sujetos de derecho, plantearon participantes en el taller La autonomía progresiva de las niñas en los sistemas educativos.
Esmirna Beltre, de República Dominicana e integrante de Niñas Poderosas de la agrupación Tejiendo Redes Infancia Latinoamérica y el Caribe, expuso que las niñas y adolescentes experimentan en mayor medida y con mayor intensidad limitaciones para ejercer su autonomía progresiva, sobre todo por el machismo paterno y el adultocentrismo.
Juan Martín Pérez, coordinador de Tejiendo Redes Infancia, precisó a La Jornada que en la Convención de los Derechos del Niño y de la Niña está plasmado en el artículo quinto la autonomía progresiva.
Pérez precisó que la autonomía progresiva, que es previa a la plena, tendría que ser uno de los fines de la educación pública y familiar. En sicología decimos que si una niña o niño puede hacer algo ni el papá ni la mamá debe hacerlo por él. Si aprendió a amarrarse las agujetas, tú ya no lo haces; si aprendió a vestirse, tú ya no lo haces
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Las jóvenes participantes en el foro indicaron que esta autonomía debe traducirse en normas y leyes de los países para que así la educación familiar y en las escuela cambie y se deje atrás el viejo modelo de educar
en el que prevalece la imposición.
Ailen Medina, de Argentina, reprochó que los adultos sienten que no tenemos capacidad; ese es un modelo antiguo de educar, que consideraba a un niño o niña un ser incapaz de poder ejercer sus derechos plenamente. No se nos escucha a la hora de decidir, porque consideran que no tenemos capacidad
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