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Historia prehispánica y nuestros catolicismos
G

racias a Alberto Beltrán conocí al antropólogo y filólogo Ángel María Garibay K., quien, además de sacerdote (enojón e impaciente), resultó un extraordinario devoto de nuestro pasado prehispánico. Su discípulo Miguel León-Portilla siempre trató mi ignorancia con filosofía, pero yo le tuve miedo al padre Garibay, que respondía con monosílabos a mis ignorancias, aunque al final de cuentas hasta me ofreció un sonriente vaso de agua. Seguí entrevistando a antropólogos y a arqueólogos a lo largo de los años, y si tuviera que resumir lo que saqué en claro, fue el inmenso asombro de los sabios por el pasado prehispánico de México. Por eso, ahora me encanta el entusiasmo de Édgar Arturo Mendieta Gutiérrez, descubridor de un códice.

–Soy su servidor, el licenciado en derecho Édgar Arturo Mendieta Gutiérrez. Vengo del municipio de Nezahualcóyotl, estado de México. Actualmente, soy subdirector jurídico de la Tesorería municipal de Nezahualcóyotl, pero lo más importante de todo es que soy el descubridor de un códice.

Me encanta el orgullo de Mendieta Gutiérrez que, sin más, toca a la puerta de la casa y me asegura que nada lo emociona tanto como el pasado prehispánico.

–Le voy a platicar un poquito de mi historia, porque el padre Soto, que estuvo durante 50 años en Nezahualcóyotl y después en la Basílica de Guadalupe, me enseñó a investigar. Platicando, me dijo que buscara el origen de mi apellido y me explicó: Oye, tú eres Mendieta. ¿Por qué no investigas tu nombre y su origen, que se remonta al siglo XVI? Al hacerlo descubrí que efectivamente existe un Códice Mendieta.

–¿Quién fue Mendieta?

–Fray Jerónimo de Mendieta nació en España en 1525.

–¿Cuándo llegó a México?

–Llegó a Veracruz en 1554, enviado por la corona española. Tenía alrededor de 28 años durante el reino de Carlos V, y casi desde su arribo a México, el fraile descubrió otro códice que cuidó con amor y protegió contra la ferocidad del tiempo y la estupidez humana. Este códice es parte de la obra e historia indiana eclesiástica que, en su conjunto alcanza cinco tomos que fueron suprimidos por órdenes de la corona.

El historiador Joaquín García Icazbalceta descubre esos libros en España y los trae a México, y recibe los honores de la prensa en 1870; se publican por primera vez después de 300 años, gracias a Mendieta y Núñez, quien encuentra una editorial, aunque desconozco cuál es la casa impresora. Sin embargo, dentro de la misma historia, sé que fray Jerónimo de Mendieta la transcribió en Toluca en 1580.

–¿1580?

–Imagínese ese ambiente con cirios por toda iluminación, la ardua, la trabajosa escritura de esta historia fascinante. Hay muy pocos referentes del proceso de escritura en el que se cometieron muchos atropellos.

–¿Por qué? ¿Quién impidió escribir a fray Jerónimo de Mendieta y quién conservó el códice?

–Cuando empezaba a redactar el primero de los cinco volúmenes de esta historia eclesiástica, fray Jerónimo tomó todas las precauciones. Su historia nos va llevando de la mal llamada Conquista de México, que yo considero fue una fusión de dos grandes culturas, y nos explica que somos el resultado de una mezcla. La historia nos cuenta cómo Cortés llega a Veracruz, a Tlaxcala, a Texcoco y se traslada a Toluca, donde empieza a escribir el diario destinado a la realeza española.

–¡Qué bueno que tuvimos cronistas extraordinarios!

–En Toluca hay una iglesia atrás de la catedral en la que podemos observar una placa que informa que fue fundada en 1575. También pueden verse todavía algunos relieves dentro de la misma iglesia tipo piramidal y contamos con fragmentos de la historia que escribió fray Jerónimo de Mendieta, que fue suprimida por órdenes del rey Carlos V.

–¿Suprimida por qué?

–Porque no favorece a España. Carlos V la lee y ordena a Torquemada suprimir todo lo escrito por Jerónimo de Mendieta, pero otro fraile se piratea la obra de Jerónimo y la publica suprimiendo también lo negativo, mas quitándole todo crédito al verdadero autor...

–Sin embargo, señor Mendieta, la mayoría de los frailes no fueron tan malos ni tan plagiarios; muchos se dedicaron a evangelizar y a proteger a los indios tal como los pintó Orozco en el hospicio Cabañas

–Sí, pero a enseñar desde el punto de vista religioso de España. Había una gran diferencia entre los sacerdotes españoles y los sacerdotes indígenas, quienes, a pesar de tener la misma jerarquía, nunca gozaron de los mismos privilegios. Recordemos lo que hizo fray Juan de Zumárraga: quemó vivo al nieto de Acomixtli Nezahualcóyotl. En Texcoco, murieron 186 personas.

Esos hechos históricos se quieren suprimir, olvidar, esconder, eliminar, borrar de nuestra historia. La invasión de Tenochtitlan se oculta y falsea continuamente. En aquel entonces, los religiosos que atravesaron el mar fueron muy vulnerables y padecieron terribles infecciones. Hubo una gran pandemia en el siglo XVI, mucho peor que la que vivimos en 2020, porque en aquel entonces murió mucha gente. Por eso vine a buscarla, porque quiero que se denuncie la masacre de Texcoco una y otra vez...

–Ya se denunció hace años...

–Todavía falta y en este contexto, el Códice Mendieta –en una opinión personal– plasma un hecho histórico de alguien que lo vivió en Tenochtitlan, pero no hace suficiente énfasis en la espantosa verdad del infame acontecimiento. Se trata de una absoluta masacre que la historia ha pasado por alto. En mi opinión, es un etnocidio. La palabra etnocidio significa terminar con una cultura. Hay un hermoso poema anónimo que Miguel León-Portilla menciona: Robaron nuestros frutos, cortaron nuestras ramas, quemaron nuestro tronco, pero no pudieron matar nuestras raíces. Por eso, gracias a nuestras raíces, sobrevive nuestro pensamiento, nuestra filosofía, y considero que los mexicanos somos guerreros y guerreras, por lo que tenemos que conservar nuestra historia aquí y ahora en México e impedir que se falsee y la conserven en España.

Por eso le repito que mi nombre es Édgar Arturo Mendieta Gutiérrez, y soy licenciado en derecho, y actualmente, subdirector jurídico del municipio de Nezahualcóyotl, de la Tesorería municipal, y mi identidad mexicana es única y mi descubrimiento es único, y tengo que ser tomado en cuenta por todos y por usted...

–¿Dónde están guardados los cinco tomos que usted defiende con tanta pasión?

–Estaban en España y ahora se encuentran en México. Los trajo el historiador mexicano Joaquín García Icazbalceta, en 1870, pero el original se quedó en España, y ése es el que queremos que nos devuelvan, porque el original cuenta con grabados hermosos hechos en Texcoco. Nos pertenece, es nuestro, porque en el siglo XVI nosotros éramos la Nueva España.

–¿Icazbalceta no pudo recuperar el original?

–Era muy difícil escribir en ese tiempo; él envió cartas y cartas a los jerarcas de la corona española, empezó a ascender y pudo ir a Toluca, a Michoacán, a Puebla a fundar Tecamachalco, Puebla y Temoaya.

“Esta historia, Elenita, no se conoce, incluso la ignora el estado de México. Hablamos del Códice Mendieta y casi nadie reacciona, de ahí la importancia de divulgar la figura de fray Jerónimo de Mendieta, gran defensor de los indígenas. Él conoció a Motolinía, quien llegó en 1550 a dialogar con fray Pedro de Gante, el primero en levantar la Escuela de Artes en Texcoco con fray Juan de Zumárraga. De España, vinieron dos expediciones que sustituyeron la propuesta mexica por la cristiana, aunque mucho del pensamiento mexicano se integró a la religión católica por la insistencia de los frailes españoles.

A Cihuacóatl, la mujer serpiente, la encuentran en el Tepeyac; es la deidad de la continuidad. La historia prehispánica es la base de todos los catolicismos de México; el catolicismo de hoy también se construye sobre las culturas olmeca, tolteca... y la Iglesia católica se levanta sobre nuestra gran cultura prehispánica. Nadie ha podido eliminar nuestra filosofía, y mucho menos nuestra valiosa historia, a pesar de todas las masacres.