Sábado 24 de agosto de 2024, p. a12
El nuevo disco de Pat Metheny, MoonDial, es una obra de arte cuya delicadeza contemplativa, su ardua elaboración que aparenta liviandad y su concentrado ejercicio introspectivo y de meditación, lo ubican allá arriba, donde concentramos la mirada en las noches largas: una esfera plateada cuyo perfil se llama igual que el disco: CircunferenciaLunar.
Observar la luna y escuchar este álbum son ejercicios espirituales paralelos. Son maneras semejantes a la de sentarse, cerrar los ojos y ponerse a meditar. Escuchamos nuestra respiración pausada y cuando comienza a sonar el disco, llega el momento de no hacer nada, de no pensar en nada, solamente estar con uno mismo, aquí y ahora. Y escuchamos la respiración de Pat Metheny en el micrófono, guiando la música.
En eso consiste la acción de meditar. Y el nuevo disco de Metheny está planteado como una meditación. Giramos lentamente en el DiscoLunar.
Parece una obviedad, pero hay que recordarlo: escuchar música consiste en concentrar la atención en lo que se denomina materia acusmática, es decir, el sonido.
Hay quienes escuchan música para distraerse, o estar al tanto de los éxitos del momento
, de lo que escuchan los demás, solamente por el anhelo de pertenecer. Otros lo hacen para tener compañía. La mayoría busca melodías pegajosas para memorizar y cantar, ejercicio placentero y productivo. Y así consecutivamente, hay motivos muy distintos y sorprendentes del acto de escuchar música.
El nuevo disco de Pat Metheny es para ser escuchado con atención. No prestigiará a nadie, pero hará sentir bien a todos. Su materia acusmática es el sonido en estado puro, un ente cuasi alquímico, una música que, a los pocos instantes de escucharla, cobra vida y es autónoma, palpita y vibra.
MoonDial es el tercer disco a guitarra sola de Metheny. El primero acusa su naturaleza desde el título: One Quiet Night, Una noche callada, de hace once años. El segundo se titula What’s It All About, de 2011, y la trilogía dibuja un paisaje sonoro único e irrepetible: el sonido de la guitarra sin nada más que la guitarra, lo cual tampoco es obviedad, dada la insaciable necesidad en el mercado de la música de poblar los discos con efectos, trucos, engañifas.
La honestidad es el signo de este nuevo disco. Al igual que los anteriores, reproduce el acto humano ancestral de sentarse a producir sonidos y concentrarse en ellos. Y nada más.
El propio Pat Metheny refirió recientemente su propia definición de lo que es un músico: Antes que nada, el músico es un escucha, lo suyo es escuchar
.
He ahí una nueva aparente obviedad: músico sin oído no es músico (Beethoven nunca dejó de valerse, como en toda su vida, de su oído interior).
Ponerse en el papel de escucha permite al músico comunicarse cabalmente con otros escuchas.
La sala Nezahualcóyotl, que no es otra cosa que un instrumento musical, tiene plafones colgando sobre los músicos. Son cóncavos y cumplen la función de recibir y repartir, como una amplia regadera, el sonido de los instrumentos a lo largo y ancho de la orquesta.
Porque para que una orquesta suene bien, es menester que los músicos se escuchen entre ellos (esto ya es una colección de obviedades aparentes).
La conciencia de ser un escucha y de que el escucha posee la misma capacidad creativa que tiene el escucha que está produciendo sonidos, es decir el músico, acrecienta el placer.
Esta idea y esta práctica mueven toda la música que hace Pat Metheny. Su nueva grabación otorga a quien lo escuche una suerte de doctorado honoris causa porque ese ejercicio habilita zonas del cerebro hasta el momento poco o no visitadas, y deposita en la mente un estado de serenidad espléndido.
La guitarra con la que hizo este disco la construyó para él Linda Manzer, quien es una lutier suprema, y le colocó cuerdas de nylon muy especiales, inventadas en Argentina, que permiten a Metheny desarrollar un sistema de afinación especial que las cuerdas de nylon convencionales impiden.
El nuevo sistema de afinación desarrollado por Pat Metheny abarca el rango completo: desde bajo hasta soprano, logro que solamente era posible antes con las cuerdas de metal.
Con estas cuerdas especiales de su guitarra barítono, Metheny puede elevar una octava las cuerdas centrales, lo cual abre un universo de posibilidades armónicas antes impensable. Por ejemplo, con esta nueva guitarra, Pat Metheny tiene en sus manos un cuarteto de cuerdas completo.
Que lo explique el maestro Metheny: Una guitarra barítono con esta configuración se eleva a la condición de un instrumento que contiene tres instrumentos de cuerda (el violín es doble), cuyos ejecutantes están sentados uno junto al otro: las dos cuerdas superiores son la viola, mientras las dos de en medio son el violín y las dos restantes son el violonchelo
.
Eso significa, continúa su cátedra el maestro, que las cuerdas que en mi guitarra cumplen la función de una viola, sostienen el pulso melódico, mientras las cuerdas que representan al violín están en tonos más altos y cumplen una función de acompañamiento y canto paralelo. Pensar de esta manera sugiere lo que sucede cuando un compositor escribe para un cuarteto de cuerda. Lo cual sugiere un sonido de guitarra de concierto clásica, pero no había logrado este efecto porque no había conseguido las cuerdas de nylon convenientes. Ahora que las tengo, se abre frente a mí un nuevo universo
.
Y eso tiene para sí quien escuche este disco maravilloso y pleno de poesía acusmática.
Las 12 piezas que eligió e interpreta Pat Metheny buscan producir una forma de vibrar (y he aquí las palabras de Metheny:) en un estado de contemplación muy intensa
. Elegancia, sensualidad, deleite, gozo.
El disco extiende doce piezas de lo más variado, desde composiciones propias hasta versiones (lo que los envidiosos denominan covers
) de piezas de Chick Corea (You’re Everything), Matt Dennis (Everything Happens To Me, y Angel Eyes), y para extender el concepto de escucha (el acto de escuchar y la persona que escucha), pongamos atención en el track 4: Here, There And Everywhere, donde la capacidad inventiva de Metheny hace volar en añicos y reconstruir el término improvisación
, tan abierto y amplio como, explica Metheny, alejarse del tema hasta hacerlo irreconocible o bien acercarse mucho a él
, de manera que hay momentos en que quien escucha esta pieza de este disco, puede sorprenderse a sí mismo cantando la canción de los Beatles y enseguida canturreando sonidos que nacen de alguna zona del cerebro poco visitada.
Nunca había hecho un disco así, tan callado
, dice Pat Metheny, si elegimos libremente la vocación del vocablo quiet
: callado, tranquilo, en calma, en paz, quieto, dúctil, en susurro…
La música de MoonDial (si elegimos pronunciar mun
y dial
en lugar de daial
tenemos: mundial
) es una caricia a las entendederas, un vuelo en calma. Nosotros durante un sueño.
Es la música callada, la soledad sonora, de San Juan de la Cruz. Es lo sutil, lo apenas dicho, lo apenas susurrado, como el gemir de una doncella en un fresco de Botticelli.
Cuando termina cada pieza, queda flotando en el ambiente una vibración, un sonido infinito, una mota de polvo, un trozo de éter. Un musitar.
Es el silbo de las aves amorosas.
Es la luz del relámpago, la risa queda, el dejo, el gesto, el mohín del viento quieto que mora en una estancia de luz. Es todo aquello en lo que no está pensando usted, hermosa lectora, amable lector, al escuchar este disco mágico, porque es el momento de no pensar en nada y no hacer nada, solamente estar aquí y ahora, con nosotros mismos.
Y estar con el sonido, que nos eleva, nos lleva, nos transporta, con este sonido que no había logrado Pat Metheny, gran experimentador, gran inventor de guitarras como su legendaria guitarra Pikasso, de cuatro mástiles y 42 cuerdas, hecha para él también por la lutier canadiense Linda Manzer, y su vieja guitarra Ibanez PM-100, o su fabulosa Gibson ES 175, de 1960, o también su célebre guitarra Roland, que es una guitarra-sintetizador que describe gentil y humildemente Pat Metheny como una guitarra muy barata y obsoleta, de tecnología muy rarita
.
Ahora con su nueva guitarra barítono con cuerdas de nylon argentinas, afinadas como un cuarteto de cuerdas clásico, Pat Metheny nos conduce gentilmente a un estado de contemplación intensa
.
OM MANI PADME HUM