Opinión
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Isocronías

Un manantial de tiempo

N

o es la permanencia sino la vigencia lo que hace de un poema que poema sea. Permanencia sin obsolescencia pudiéramos decir que es a lo que aspira todo poema.

Todo poema escarba en sí mismo, desde su nacimiento. Si el que canta no se canta, ¿para qué canta?

No lances tu canción al público como se lanza una red sino, más bien, como se lanza un milagro –el de la canción, el del cantar, no otro–, un milagro al que se ha sido invitado y al que, sí, milagrosamente, uno –fortuna lo ha querido– puede asistir.

Laúd oscuro, / oscuro y claro, / como el amanecer. // Laúd mejorando / el silencio logrado / después de tanto, // laúd diciendo / que nada es posible decir / salvo el silencio. // Loado sea el laúd / esta mañana limpia, / loado sea el laúd // que me ha despertado.

Una cosa es soñarse poeta y otra serlo. El auténtico poeta no se sueña poeta, se despierta –alguna incierta vez– poeta. Y desde entonces, aparte de trabajo, más no hay nada que hacer. En arte el qué y el cómo están indisolublemente ligados, y en el de la poesía la no-distinción entre lo dicho y el cómo del ser-dicho (Gadamer), le presta su unidad y ligereza específicas, [su] modo propio de ser verdadero –en una especie de rechazo hacia sí, el lenguaje muestra digna resistencia al capricho, a la arbitrariedad y al dejarse por sí mismo seducir.

Sonido es sentido.

Esperemos que para nadie quede oscuro que la particularidad de la construcción poética es siempre una defensa frente al deterioro del lenguaje (Gadamer). Cualquier poeta, cuya obligación o aspiración sin duda es crear una nueva presencia, una nueva familiaridad que no se deteriore, sino que constantemente gane en profundidad, se ve amenazado constantemente por la recaída en la lengua cotidiana o en la imitación de modelos poéticos agotados. Su deber entonces, en verso escandido, libre o en prosa, es sobreponerse (se requiere para ello valor) a la amenaza y disponerse menos que a enfrentarla a afrontarla, a con ella entrar en juego (entrarle al juego) y superarla. Esta energía, de apariencia negativa, es también positiva, aportadora de lenguaje, incentivadora de mi lenguaje, de la obra, podrá y quizá tendrá que decirse el expuesto a la asechanza. No haya temor, haya resolución –y todo en consecuencia habrá, desde la gracia, de resolverse–.

Toda obra de arte un manantial de tiempo.