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Desde otras ciudades

Un museo sui generis en Ámsterdam

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▲ Entrada al Museo Red Light Secrets, en Ámsterdam, dedicado al oficio más antiguo.Foto Alia Lira Hartmann
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ico en el mundo, el Museo de la Prostitución en Ámsterdam, Red Light Secrets (Secretos de la luz roja), se ha convertido en uno de los más visitados de la capital de Países Bajos. Abierto al público en 2014, ofrece al visitante una amplia descripción e historia de lo que se dice es el oficio más antiguo del mundo.

La visita se puede hacer acompañado con un audio en el que una sexoservidora rusa, de nombre Inga, explica en varios idiomas, incluido el español, cada sala que lo conforma.

La primera afirmación de Inga es que no se considera una prostituta, sino una terapeuta sexual, pues ayuda a sus clientes a realizar sus fantasías, a ser más abiertos y extrovertidos o a mantener su matrimonio y no divorciarse cuando el deseo se ha terminado, pero se conserva el cariño; afirma también que entre sus clientes figuran mujeres, parejas y famosos actores, músicos, boxeadores o jugadores de futbol.

En Países Bajos la prostitución es legal, como cualquier otro oficio en el cual hay que cumplir con las regulaciones del Estado: se obliga a registrarse en la Cámara de Comercio y han de seguir los controles de salud y el pago de impuestos al ser consideradas trabajadoras autónomas de la industria del sexo. Los preservativos que usan para su trabajo son deducibles de impuestos.

En el museo predomina el color rojo y la visita se convierte en una experiencia interactiva en la cual se logran entender de manera detallada todos las particularidades del oficio.

El argumento del rojo como favorito en los espacios iluminados, las vitrinas o las habitaciones revela que ese color hace parecer la piel de la mujer más suave, haciéndola más atractiva. También se explica que en el pasado las luces rojas ocultaban alguna enfermedad de transmisión sexual al cliente.

El Barrio Rojo de Ámsterdam es un distrito central de la ciudad donde residen quienes rentan o son dueños de sus departamentos y ejercen otros oficios o profesiones no ligadas a la industria del sexo. Predominan los bares, burdeles, teatros con espectáculos eróticos y las linternas rojas.

Se muestra una habitación donde se llevan a cabo los intercambios sexuales con los clientes, los utensilios necesarios, los productos para la higiene y las prendas de vestir eróticas de las mujeres que rentan la habitación. Se reproduce una de las famosas vitrinas donde se exhiben las sexoservidoras; la anfitriona puede colocarse detrás y experimentar el constante paso de paseantes y las miradas penetrantes.

Un área dedicada al sadomasoquismo muestra algunos artículos e instrumentos usados para esa práctica; ahí, el visitante puede incluso hacer uso de una especie de columpio suspendido con un arnés para balancearse entre cadenas y cinturones, al igual que probar una máscara de piel negra o un látigo.

A la salida se encuentra un pequeño espacio que recuerda un confesionario católico donde se puede compartir un secreto erótico. Hay lapicero y un pequeño block en el que se lee Confesiones, mi secreto erótico que invitan al visitante a plasmar el suyo y depositarlo en un buzón en el idioma de su preferencia. Una pared muestra muchas revelaciones bastantes divertidas.

Alia Lira Hartmann