Opinión
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Memoria vigente
H

ace tres días se conmemoró el natalicio de Benito Juárez, uno de los personajes sobresalientes de la historia patria, cuya imagen ha permanecido vigente a través de los años. De tanto rememorarlo creo que se ha difuminado la hazaña notable que fue su vida.

Hace poco se publicó un estudio que establece que tres de cada cuatro mexicanos que nacen en la pobreza mueren en las mismas condiciones, su esperanza de lograr ascender en la escala económica es mínima; la baja movilidad social parece ser una sentencia entre los más pobres, particularmente entre los grupos indígenas.

Esto sucede en 2025, imaginemos lo que era hace 219 años, en 1806, cuando nació Benito Juárez, indígena zapoteco que vio la primera luz en un pequeño pueblo en la sierra de Oaxaca, uno de los estados más pobres del país, aprendió a hablar español a los 12 años y llegó a ser presidente en uno de los periodos mas conflictivos del país. Toda su vida se caracterizó por una lucha constante contra la adversidad y las tragedias. Hoy queremos recordar algunos hechos que me conmueven particularmente.

Una de las mentes mas lúcidas de la corriente liberal enfrentó a los conservadores y al imperio francés, que habían designado un emperador austriaco para que gobernara México. Tras una cruenta lucha de tres años huyendo por el vasto territorio nacional y llevando consigo el Archivo de la Nación, finalmente logró derrocar al monarca extranjero y restablecer la forma republicana de gobierno.

Tras cinco años en la Presidencia padeció un severo mal del corazón que le quitó la vida en sus habitaciones de Palacio Nacional. Varios días sobrevivió a una angina de pecho que le provocaba intensos dolores, los cuales resistió con notable estoicismo, según cuenta el médico que lo atendió. Una de las supuestas curas era derramar agua hirviendo en el pecho, con lo que al dolor del corazón se agregaba el de las quemaduras.

Años antes de su muerte habían fallecido dos de sus hijos en Nueva York, donde se exilió doña Margarita Maza, su notable esposa, mientras don Benito defendía la República a salto de mata por todo México. Son conmovedoras las cartas que se escriben compartiendo la profunda pena. Ya viviendo en Palacio Nacional, un año antes de la muerte del presidente, falleció la solidaria mujer, y don Benito la enterró junto con los restos de sus pequeños hijos, en el Panteón de San Fernando. En ese mismo sitio fue depositado su cuerpo en 1872. Para honrarlo, se mandó levantar un impresionante monumento neoclásico, obra de los hermanos Juan y Manuel Isla que vale la pena visitar.

Su muerte no terminó con su legado de honestidad, rectitud y valentía. Se caracterizó por su austeridad y por la congruencia de su pensamiento y actuación. Junto con destacados liberales emitió las Leyes de Reforma, que entre otras medidas trascendentes, recuperaron los bienes de la Iglesia católica, que detentaba un enorme poder económico y político.

Entre otros, eran dueños de más de la mitad de los bienes inmuebles en la ciudad de México. Además de los templos y grandes conventos decorados con las mejores obras de arte y lujosos retablos barrocos, poseían multitud de casas que rentaban, y en el campo productivas haciendas y ranchos. Esta enorme riqueza les permitía ser los principales prestamistas, en ocasiones incluso del propio gobierno.

Otra medida de gran importancia fue hacer laica la educación y servicios como el matrimonio y las defunciones, estableciendo el registro civil y normas para el funcionamiento de los cementerios; asimismo, se aplicó la libertad de cultos. Como es de suponerse, acciones tan radicales encontraron múltiples opositores, pero la gran mayoría las aceptó y así México inició su camino hacia la modernidad.

Con su fallecimiento no se terminó su presencia en la Ciudad de México que lo hizo suyo y donde reposan sus restos. Además de innumerables calles, avenidas y una delegación política con su apelativo, hay varios bustos y monumentos, como el Hemiciclo a Juárez, que se levanta en la avenida que lleva su nombre. Palacio Nacional resguarda sus habitaciones en el llamado Recinto de Homenaje.

En su memoria vamos a comer al restaurante Oaxaca en México, en Violeta número 92, en la colonia Guerrero. El colorido lugar, con su fachada verde y rosa y sus mesas con sillas de colores, ofrece los platillos típicos de su la tierra: tlayudas, tasajo, tamales de chepil, muy buenos moles y mucho más.