Opinión
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Ciudad perdida

Oposición y negación de la realidad

S

in duda alguna, uno de los factores que provocaron la destrucción casi total de la oposición en el país –y cuando hablo de oposición no me refiero solamente a las organizaciones partidistas, sino a quienes se sienten agredidos por la fuerza de las mayorías reunidas en la 4T–, es la negación constante de la realidad.

Para esa oposición, distribuida en partidos políticos, personajes trasnochados, medios de comunicación y alguna parte de la iniciativa privada, todo lo que pase dentro del gobierno de la presidenta Sheinbaum debe ser descalificado, suceda lo que suceda.

Y para ello, entre otras cosas, usan los ahora viejos instrumentos de lucha de la izquierda –marchas, plantones, denuncias públicas y otras más– para tratar de hacer creer que sus ataques tienen algo de razón y no consideran que la gente se vacunó, hace rato, contra la mentira y la insidia, es decir, ya no se les puede hacer creer lo que, por ejemplo, pretenden los montajes.

La manifestación contraria a lo que se sabe o que está probado, pero en la que se insiste con un martilleo constante, parece ya no tener el efecto del que gozaba hace algún tiempo; fuerza que se perdió a base, precisamente, de fraudes, estafas y timos que ese grupo social que describimos arriba ejecutó en contra de una mayoría a la que creyeron irremediablemente y por siempre endeble.

Pero ningún mejor ejemplo que lo ocurrido durante toda la semana pasada. Más allá de la muy lamentable actuación de algún personaje que dio al traste con el manejo de una situación, sí, difícil, explosiva, pero que se podía haber contenido a la luz de los hechos, la realidad carecía de importancia y levantó una gran cantidad de comentarios y dudas.

Los comentarios galoparon por las redes sociales desbocados. La voz de la autoridad fue el cerillo que incendió un campo liso para arder y hablar del horror, del infierno, del horno crematorio donde se deshacían de los cuerpos de los chamacos sacrificados, de los cerdos devorando cadáveres, de cocodrilos correteándolos para evitar que escaparan o de un león en vigilia listo a evitar cualquier fuga. Eran la llave que abría la puerta del averno.

Pero luego, ya en el terreno de los hechos, no en el horno, los cerdos, el cocodrilo o el león, en su lugar surgió incontrovertible, innegable, aplastante, el derecho de muchos a buscar, con el dolor y la desesperación de la angustia que alimenta la incógnita a quienes no están, a los desaparecidos. Un dolor clavado en el alma del gobierno.

Y por si fuera poco –y hasta como parte de alguna estrategia de la oposición no partidista–, el discurso de un supuesto grupo de sicarios que buscó y logró –al parecer– inhibir los argumentos y los datos que desmentían las versiones del horror, pero dejaba intacta, y con nueva fuerza, la verdad incontrovertible de las desapariciones, que hallaron en el escenario del rancho en Jalisco el espacio adecuado para el histrionismo conveniente a la avidez de las cámaras que urgían por las escenas del dramatismo exacerbado.

De todas formas, surgieron algunas dudas; por ejemplo, ¿por qué después de descubierto el lugar, cuando las y los buscadores hallaron zapatos, ropa y mochilas que se mostraban en las fotografías de una agencia de noticias y que circularon por todo el mundo, esas y esos buscadores no se apoderaron del predio para hacer una búsqueda más a fondo como la que pretendían la semana pasada? ¿Quién las o los obligó a salir del lugar? Esa incógnita debe resolverse cuanto antes.

Total, negar la verdad o torcerla para sus fines no le hace bien a la oposición no partidista, como no le hace bien al gobierno pretender manipularla desde la prepotencia.

Para ser claros: es necesario darle a cada quien el espacio de verdad que requiere la realidad. Ni más ni menos.

De pasadita

La semana pasada se le ocurrió a la autoridad pavimentar un pequeño tramo –el que da a Insurgentes– de la avenida Nuevo León a eso del mediodía del viernes. El resultado fue un atasco automovilístico que duró horas. ¿Se trata de una venganza contra quienes han denunciado el descuido?