l sábado 12 de este mes tuve una grata experiencia. Acudí con otros invitados al pueblo mágico de Santa Clara del Cobre, en el estado de Michoacán, a una reunión nacional de cooperativistas. Muy temprano salimos de la capital, durante cinco horas corrimos por la carretera entre montañas cubiertas de pinos y oyameles y al filo de las 10 de la mañana nos incorporamos a la Asamblea de la Alianza Cooperativa Nacional (Alcona), integrada por unas 400 personas en representación de cooperativas y mutualistas de todo el país.
Participamos con ellos en un homenaje al prebístero Luis Ugalde Monroy, quien fue iniciador y promotor de las llamadas Cajas Populares, que son cooperativas de ahorro y préstamo y proliferaron en México durante algún tiempo con mucho éxito, hasta que fueron perseguidas por autoridades hacendarías y bancarias durante alguno de los gobiernos priístas de fines del siglo XX, por lo que han disminuido en número, pero en donde prevalecen son piezas claves de la economía popular.
La reunión, en un amplio salón además de los lugares para los asambleístas, lucían como parte del escenario a todo alrededor, mesas exhibiendo productos que las cooperativas elaboran en sus actividades habituales; productos artesanales, comestibles, ropa y tejidos; de todo, pero se distinguían los brillantes cazos de cobre de todos los tamaños y muy llamativos por lo bien pulidos y elaborados.
No sólo había cooperativistas mexicanos. Estaban varios de Sudamérica; destaco la presencia de Rogerio Dalló, jurista y sociólogo brasileño, activista y autor de los libros El proyecto histórico de la economía social y solidaria y La autogestión, obras que explican, promueven e impulsan el cooperativismo. Coincido con este movimiento y con este autor, en que proponen como fórmula de producción y distribución de los bienes que producimos entre todos, el sistema cooperativo en el cual, como se sabe, los trabajadores ponen la mano de obra y son simultáneamente dueños del capital, la materia prima, herramientas y maquinaria; se recordó el caso mexicano de la refresquera Pascual que surgió de una huelga y un juicio de trabajadores contra la empresa que los explotaba.
En la reunión se hizo hincapié en que la economía social pone a la persona en el centro, factor principal de la producción y en un segundo plano al capital, el crédito las materias primas y el mercado.
La diferencia entre el sistema capitalista que tomó nuevo aire en la época neoliberal y que ahora va en declive y el que propone Alcona es clara: en el primero, el eje alrededor del que gira la producción y la distribución de bienes es la ganancia, el lucro personal que confía sólo en las leyes del mercado, ahí el pez grande se come al chico; en cambio en el sistema, y defendido en la asamblea, la colaboración, la cooperación mueven la producción y regulan el mercado bajo principios de equidad y solidaridad.
En el transcurso de la asamblea se recordó también que Santa Clara del Cobre, donde estábamos, fue uno de los pueblos organizados e impulsados desde el siglo XVI por don Vasco de Quiroga, a quien hay que recordar como destacado personaje de la historia de la Conquista y del Virreinato. Don Vasco, lector de la Utopía, de Tomás Moro, impulsó desde su llegada a lo que ahora es México, a los pueblos-hospital
; en ellos la comunidad se organiza para el trabajo y la distribución de los bienes, para la vida en común, independientemente de las autoridades españolas o del centro de México; en ellos no hay ganancia individual, todo es para todos.
Se recordó a este clérigo español que vino a México en 1535 enviado por Carlos V, quien le tenía aprecio, como integrante de la Segunda Audiencia que gobernaría la Nueva España. Fue desde ese cargo que impulsó primero la ciudad hospital de Santa Fe en las cercanías de la capital y luego otras varias en lo que ahora es el estado de Michoacán.
Don Vasco de Quiroga tuvo la visión de organizar toda la zona cercana al lago de Pátzcuaro, de tal forma que cada población tuviera una especialidad. Impulsó la artesanía del cobre en Santa Clara; los instrumentos musicales de madera en Paracho; sombreros tejidos y chinchorros en Jerécuaro y Erongarícuaro; tejidos de lana en Nurio y Capácuaro; alfarería en Tzintzuntzan, y lacas en Quiroga.
Así que fue una fiesta encontrar un hilo conductor entre Tata Vasco, la Utopía, de Tomás Moro, y las utopías hechas realidad en los pueblos-hospital que aún subsisten y los artesanos cooperativistas de Alcona en pleno siglo XXI, precisamente cuando vemos que la solidaridad va derrotando paulatinamente al sistema de explotación de los trabajadores por las empresas y en México campea el lema primero los pobres
.
Me preguntaron también sobre la reforma judicial, sobre el tribunal de disciplina para el que estoy participando y pude hablar con ellos de esta gran revolución pacífica propuesta por López Obrador.