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El factor China
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e recoge en un reciente artículo del diario Financial Times una precisa reflexión de Andrew Grove, destacado personaje de la industria tecnológica. Uno de los fundadores de la compañía Intel, que dispuso en 1971 del primer microprocesador, componente clave del desarrollo de las computadoras. Intel, a la que Grove dirigió a finales de la década de 1980, controlaba 85 por ciento del mercado mundial de chips en 1997.

Grove sostenía que el gobierno tiene una función primordial en el desarrollo de una sólida infraestructura nacional, apoyando la investigación básica como medio para mantener una pujante base manufacturera.

Esto incita a la discusión sobre la disputa económica que hoy se centra en un cambio radical en las pautas del comercio mundial, con la imposición de medidas proteccionistas, y las consecuencias que de ahí se derivan.

Requiere poner en perspectiva la estrategia de China y de otros países del sudeste asiático para impulsar, según decía Grove, el eje del crecimiento económico, compuesto por tres elementos principales: el control del abastecimiento de materias primas, el dominio de la producción de componentes y del empaquetado.

Esta línea del desenvolvimiento industrial se ha complementado, de modo relevante, a fuerza de crear una significativa estructura de ingenieros y científicos y generar una amplia variedad de productos. Las cadenas de producción, base del desarrollo industrial en la economía mundial, están soportadas de manera relevante por la base productiva de China. Ahí se han desarrollado empresas representativas como Huawei, BYD y Xiaomi, una firma de productos electrónicos creada apenas hace 15 años. Las cifras de la producción son notables, por ejemplo, en el caso de la industria automotriz, ya que en 1987 se producían en China 450 mil autos y en 2024 la cifra alcanzó 31 millones de unidades.

Brad de Long, historiador económico de la Universidad de California en Berkeley, recoge una consideración que apunta a que desde el año 2000 el principal motor del crecimiento global ha sido la rápida industrialización de China, a la que se considera la más estupenda modernización de la historia, movilizando a cientos de millones de campesinos de las áreas rurales a las ciudades. Este proceso, a su vez, propulsó las exportaciones de países productores de recursos como Brasil y Rusia y otros que venden petróleo, metales y demás recursos a aquella fábrica del mundo. Pero señala que la expansión de ese país tiene límites que se expresan ya en una menor tasa de crecimiento del producto, a lo que se suma una condición de alto endeudamiento. Una cuestión a considerar es si China es el último país en seguir el camino probado de la industrialización, es decir, trasladando campesinos a las fábricas e importando tecnología para las manufacturas, a lo que se añade una cuestión singular: Ningún país ha alcanzado altos niveles de ingreso moviendo en masa a la población hacia el sector de los servicios.

El conflicto planteado por la política proteccionista actual no puede subestimar la condición y el poder de China. Un artículo de la revista Foreign Affairs, publicado hace unos días, apunta que China es el único país en un siglo cuyo producto ha superado el nivel de 70 por ciento del de Estados Unidos. Además de que en ciertas cuestiones lo ha aventajado, como ocurre con la capacidad manufacturera, la tecnología con que domina la producción de vehículos eléctricos y la de reactores nucleares de cuarta generación, y produce anualmente más patentes y citas en revistas científicas.

En materia militar, China cuenta con la marina más grande y una capacidad de construcción de navíos muy superior a las de otros países; tiene un gran acervo de misiles y otras tecnologías; se considera que ha conseguido una muy rápida modernización militar. Se destaca que China está rezagada en campos como la biotecnología y la aviación, en las que Estados Unidos tiene más fortalezas. Pero en China se producen casi la mitad de los productos químicos del mundo, se construyen la mitad de los barcos, más de dos terceras partes de los vehículos eléctricos, más de tres cuartas partes de las baterías eléctricas y 90 por ciento de los paneles solares. Ahí se obtiene una gran parte de las tierras raras y se instala la mitad de los robots industriales en el mundo. Se ha señalado el hecho de que la última potencia mundial que dominó tan plenamente la producción mundial fue Estados Unidos entre 1870 y la década de 1940.

Estos son algunos de los linderos que definen y caracterizan la pugna que, entre otros factores, habrá de delimitar una nueva configuración del orden mundial, una vez que el que existía está hoy en un abierto proceso de transformación.

En este entorno es evidente que no se puede subestimar el factor China, pero tampoco puede desestimarse el poderío de Estados Unidos.

N. B . La noticia fue escueta, pero resonó el pasado 16 de abril. Nuo Capital, sociedad luxemburguesa dirigida por el magnate chino Stephen Cheng, ha cerrado el acuerdo de compra para la adquisición del 78.567 por ciento de las acciones de Bialetti.