ué fue primero, la mosca o el cuarto? De momento resulta imposible discernir, son uno y lo mismo, tan inseparables como las cuatro paredes, como los nombres llevan apellido y dos y dos son cuatro. Está ahí, la mosca, para recordarte algo, ¿pero qué? Si el memento funcionara, ya la hubieras aplastado ante su negativa a salir por las buenas a través de la ventana abierta expresamente. Pero no se marcha y te atormenta como el peor de los pendientes.
¿Una deuda? ¿Un plazo que cumplir? ¿Un compromiso? ¿Una disculpa debida? ¿Una respuesta a preguntas no solicitadas? ¿Un asunto sentimental o laboral de difícil digestión? ¿Una decisión política o farmacológica trascendente? Zumba y se frota las patas delanteras con insultante codicia. De tu vaso de vino a la lámpara y al techo ronda golosa, deposita un mensaje ilegible en la foto del calendario.
Las panteoneras son gordas y ominosas, las del basurero y la letrina, asquerosas. Las del mercado, reprobables. Ésta es simplemente latosa. Amigas viejas y vulgares, las de don Machado fueron popularizadas por don Serrat. Ya vimos los afanes de Tito Monterroso antes de Google. La lectura, la cátedra y la observación, no sé en qué orden, le permitieron concluir que son mejores que los hombres pero no que las mujeres
(Movimiento perpetuo, 1972). Donde uno pone el ojo encuentra la mosca
, alardeaba.
Los artistas del Renacimiento las colocaban en sus cuadros para sugerir perspectiva o burlarse de reyes y condesas. Pesadilla grotesca de muchos, acechan la continuidad sartreana de los trágicos griegos. Según don Kafka, quien no mataba ni una mosca, la cámara fotográfica no multiplica los ojos de los hombres, sino que se limita a brindar una versión fantásticamente simplificada del ojo de una mosca
.
La tuya es vulgar, típica, idéntica a cualquiera de su especie. Una mosca estándar. Hace poco recibiste un meme que proponía: Se para en el pan
. Aparecían cinco insectos y su atributo. La mariposa es regalo. Una abejita, halago. La hormiga, crimen organizado. Lo de la cucaracha se tipifica como asalto. El caso de la mosca resulta más ambiguo: acoso. Éste puede ser subjetivo o indemostrable. Cuando alguien lo denuncia es seguro que será acosado, o acosada, con preguntas y sugerencias que pongan a prueba su testimonio.
Tu mosca no ha hecho nada salvo obedecer la ley de la vida: jeringar y distraerte. Curiosa, persistente, precisa, la cazadora perfecta, contra sus depredadores posee el proverbial recurso de hacerse la muerta.
Todo esto, mientras te esfuerzas en concentrarte, recuperar el hilo, reanudar tu pensamiento práctico. Callas porque en boca cerrada no entran las condenadas, pero quisieras desgañitarte hasta expulsarla de tu vista, de tus oídos, de tus ñáñaras, y recuperar la atención debida, la paz mental, la claridad de metas. ¡Reacciona! Contesta el teléfono, pon algo de música, sírvete otro café o métete algo. ¡Auxilio, Machado!
Y don Antonio: Moscas de todas las horas, / de infancia y adolescencia, / de mi juventud dorada; / de esta segunda inocencia / que da en no creer en nada
. A don Quevedo no le parecían tan insoportables como para no vivir con ellas. Él, que reprobaba tantas cosas, fue tolerante con las moscas.
Agustín de Rojas loa a la mosca en su Viaje entretenido (1603): Goza de todas las frutas, comiendo las más gustosas; es amiga del buen pan, del buen vino y buenas ollas, del turrón y mermeladas, de arrope, miel y meloja, de tortadas, manjar blanco, y de nada nada escota
. No podemos sino admirar y compartir su buen gusto. Y más cuando apunta: ¿De qué hermosura no goza? ¿De qué dama más bizarra, con más arandela y pompa, los hermosísimos labios no besa alegre y gozosa? Y no contenta con esto, suele bajar de la boca hasta los hermosos pechos, y aun lo mal oculto toca
(citado por Irene Riveiro González en Con la mosca detrás de la oreja: Análisis del motivo de la mosca en una selección de textos del Siglo de Oro, Universidade da Coruña, 2021).
Tu parte ecologista te previene de emplear armas químicas aunque ni el incienso ni el copal las ahuyentan. Las gallinas, que no vuelan, las persiguen por envidia. Los gatos pierden el sueño si ven una y no la alcanzan. No piensan otra cosa que cancelarla de un zarpazo o jugar con ella un rato. La hoy popular cultura posapocalíptica y distópica prevé que sobrevivirá a mamíferos y aves, sobrevolará el diluvio y sólo bajará a las aguas para pescar y depositar huevecillos. Sus oportunidades son mayores que las de la sobrevalorada cucaracha, que ni volar sabe.
Divagas hacia un hipotético papel adherente que la deje a tu merced sin escapatoria. A un frasco tapado para asfixiarla lentamente cuando no haga otra cosa que achatarse / los ojos, con todo su peso / contra el vidrio duro que no comprende
(Rubén Bonifaz Nuño). Anda ya, mátala o haz algo, no puedes seguir así. No atinas a lo que te quiere recordar su presencia. Ya lo harás otro día. Agarra la chancla, el periódico, la jerga, y aplástala. No tienes la suerte de Machado, no te evoca todas las cosas
. Ni siquiera la que deberías evocar ahora.