a noticia del fallecimiento del papa Francisco nos ha llenado de tristeza. Quienes lo conocimos también como hermano en la Compañía de Jesús, sentimos con especial cercanía su partida.
Jorge Mario Bergoglio fue, ante todo, un jesuita: un hombre de profunda fe, de oración constante, comprometido con los más pobres y con la justicia del Evangelio. Como Papa, supo encarnar ese carisma en el corazón de la Iglesia, ejerciendo durante más de 12 años un ministerio marcado por la sencillez, la firmeza espiritual y la esperanza.
El papa Francisco mantuvo siempre una mirada atenta sobre lo que acontecía en el mundo. Con lucidez y compasión, supo ofrecer una palabra de consuelo y orientación, particularmente en momentos de crisis global. Sus encíclicas Laudato Si’ y Fratelli tutti no sólo representan un análisis agudo de los males que aquejan a la humanidad, sino también una invitación, a la luz del Evangelio, a transformar la realidad desde el cuidado mutuo, la fraternidad y el compromiso con la justicia.
Para Francisco, el diálogo entre culturas, religiones y actores sociales no era un ideal lejano, sino una vía urgente para construir paz y sanar heridas.
Como jesuitas, llevamos en el corazón su insistencia en que nuestra vida-misión esté siempre arraigada en la experiencia espiritual. Lo expresó con claridad en la carta con la que aprobó las Preferencias Apostólicas Universales de la Compañía de Jesús en 2019: Sin esta actitud orante, lo otro no funciona
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Esta convicción la reafirmó con fuerza en la Congregación General 36, cuando nos exhortó a dejarnos conmover por el Cristo crucificado y a pedir, siempre, la consolación que mueve al servicio de tantos crucificados en el mundo actual.
En esa misma ocasión, Francisco compartió una definición que llevaremos siempre con nosotros: El jesuita es un servidor de la alegría del Evangelio en cualquier misión en la que se de-sempeñe
. De esa alegría nacen nuestra obediencia, nuestros apostolados, nuestra entrega al servicio de los pobres.
Durante su visita a México en 2016, Francisco sostuvo un encuentro privado con integrantes de la Compañía de Jesús. Allí reconoció la contribución de la Provincia Mexicana a la historia reciente de la Compañía, especialmente por su papel en la formulación del postulado que inspiró la opción por el servicio de la fe y la promoción de la justicia
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En ese mismo mensaje nos animó a seguir trabajando por la dignidad humana y por las causas que identificó con claridad evangélica: México sufre. Pero México es grande, tiene cosas lindas, una riqueza impresionante, una historia casi única en América Latina
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En San Cristóbal de las Casas, celebró con emoción la entrega de la Biblia traducida al tseltal, un signo vivo de la inculturación de la fe y del compromiso con los pueblos originarios.
Tampoco olvidamos su gesto hacia las madres buscadoras, cuando en 2022, al recibir en el Vaticano a María Herrera Magdaleno, bendijo en ella a todas las familias que buscan a sus seres queridos desaparecidos. Fue un gesto sencillo, pero inmenso: una caricia de consuelo en medio del dolor.
Hoy, al despedir a nuestro hermano Francisco, damos gracias por su vida, su entrega y su testimonio. Fue el primer papa jesuita, pero también el primero en hacernos sentir que la alegría del Evangelio podía vivirse con radical sencillez, firmeza en la fe y ternura hacia quienes más sufren. Su legado nos sigue inspirando. Que su vida, palabra y ejemplo impulsen a la Iglesia a seguir sirviendo con generosidad, humildad y alegría. Como nos enseñó San Ignacio, que sigamos buscando, en todo, amar y servir.
* Provincial de la Compañía de Jesús en México