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Recordando la visita de Francisco a México: ¿qué dejó?
E

l mundo católico está conmovido con la muerte del Papa latinoamericano. Y muchos nos preguntamos sobre el legado que ha dejado Francisco. Me gustaría recordar su visita a México y refrescar la memoria para rescatar parte de sus enseñanzas en su breve estancia.

La visita de Francisco a México fue en febrero de 2016, es la séptima visita pontifical a nuestro país, en un lapso de 37 años. Fue el primer pontífice latinoamericano y el tercer Papa que pisa nuestro suelo. En ese intervalo, a excepción del presidente Miguel de la Madrid (1982-88), se han sucedido desde José López Portillo hasta Enrique Peña Nieto.

El papa Francisco visita un país deprimido. Una economía aletargada, que frustra las expectativas de los jóvenes. Francisco tuvo contacto con un pueblo agobiado por la violencia y la inseguridad. Lacerantes ya desde hace tiempo. El pontífice argentino estrechará las manos a uno de los presidentes mexicanos menos valorados y más criticados en la historia reciente del país. Su presencia fue oxígeno puro para un mandatario agobiado por sus torpezas. Percibido por la población no sólo como frívolo, sino corrupto.

Por ello había muchas expectativas de la vista pontifical que quedaron frustradas por sus señalamientos sociales tibios y genéricos. Francisco decepcionó a muchos por no haber accedido encontrarse con los familiares de los estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa, por no haber abordado con mayor firmeza los feminicidios ni haberse pronunciado en suelo mexicano sobre la pederastia clerical de Marcial Maciel y sus legionarios. Sin embargo, era claro que el Papa no iba a venir con discursos incendiarios ni a romper lanzas contra el gobierno mexicano. En ningún país ha portado discursos a rajatabla.

El estilo de Bergoglio era más bien suave, sutil pero profundo, a veces poético. Planteamientos cargados de símbolos que nunca se separaban de los principios del pensamiento doctrinal. Notable que sus principales críticas no fueran sociales ni políticas, sino eclesiales. Hay que subrayarlo: Francisco vino a sacudir al episcopado mexicano.

La visita del pontífice exhibe fracturas en la Iglesia que tiene como el principal protagonista rijoso al cardenal Norberto Rivera Carrera. Generó pugnas entre los obispos y puso en evidencia su desunión. Se hizo visible un conflicto entre la conferencia episcopal mexicana aliada a la nunciatura versus Norberto Rivera, arzobispo metropolitano. Se sumó otra contienda entre el cardenal Suárez Inda, de Morelia, contra la arquidiócesis de México.

El discurso en Catedral el 13 de febrero de 2016 quedará en la historia como uno de los regaños pontificales más severos que papa alguno haya propinado de manera pública a los obispos. El tono del argentino fue de reprimenda. Les pidió mayor pastoralidad y les reprochó que la Iglesia mexicana no necesita de príncipes. De pronto improvisó: “Esto no estaba preparado, pero se los digo porque me viene en este momento –y exclamó–: Si tienen que pelearse, peleen ¡pero como hombres! Como hombres de Dios. Si tienen que decir algo, díganlo a la cara, como hombres de Dios, que después van a rezar juntos, a discernir juntos y si se pasaron de la raya, a pedirse perdón, pero mantengan la unidad del cuerpo episcopal”. Los obispos quedaron sorprendidos, guardaron silencio, algunos intercambiaban miradas, atónitas por tan inusual amonestación. Las palabras del pontífice no generaron conmoción ni propiciaron un aplauso entre los más de 100 obispos sentados en las bancas de la Catedral de la Ciudad de México. Nos preguntamos si el episcopado tomó nota. ¿Son más pastores ahora los obispos? ¿Han quedado atrás sus rencillas de capilla? ¿Son menos clericales y más varones de Dios? ¿Están revirtiendo la implacable caída de fieles?

Francisco contrastó su dureza pastoral con el reconocimiento en Chiapas a la labor de Samuel Ruiz. Le rindió homenaje a uno de los pastores más queridos entre los indígenas del sur del país.

Tampoco se puede pasar por alto que el propósito principal de la visita es fortalecer el posicionamiento católico, así como apoyar la agenda social y religiosa de la Iglesia católica mexicana. A pesar de que esta Iglesia es una de las más conservadoras de América Latina, el objetivo de Francisco y de todo pontífice es apuntalar su posicionamiento social. De todas formas, es preocupante el pobre nivel intelectual y académico de muchos obispos, cuya formación ha sido, desde niños, predominantemente eclesiástica y se nota en el corte clerical de su ­pensamiento.

Francisco, hijo de migrantes, se esmeró en gestos y mensajes en la frontera norte del país. Y la cereza del pastel, en el avión de regreso, un periodista le pide su opinión sobre las consignas del entonces candidato Donald Trump de construir un muro infranqueable entre México y EU. El Papa contestó: “Una persona que piensa en construir muros, cualquier muro, y no en construir puentes, no es un cristiano… ese no es el Evangelio”.

Seguro que hay muchos obispos que lloran de alegría con lágrimas de cocodrilo el fallecimiento de Jorge Mario Bergoglio. Descanse en paz, Papa del pueblo.