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Tesoro vegetal
N

uestro país tiene una rica herencia que data de la época prehispánica en el cultivo y cuidado de plantas, tanto de ornato como medicinales y comestibles. Tenemos muchos testimonios que dejaron los cronistas que conocieron las ciudades de la Cuenca de México.

Bernal Díaz del Castillo dice de los jardines de las casas del emperador Moctezuma: “las huertas de flores y árboles olorosos, y de los muchos géneros que de ellos tenía, y el concierto y paseaderos de ellas, y de sus albercas e estanques de agua dulce: como viene el agua por un cabo e va por otro, e de los baños que dentro tenía, y de la diversidad de pajaritos chicos que en los árboles criaban, y de que yerbas medicinales y de provecho que ellas tenían era cosa de ver, y para todo esto muchos hortelanos, y todo labrado en cantería… e muy encalado e había tanto que mirar en esto de las huertas como en todo lo demás”. De manera semejante se expresa de los que había en Ixtapalapa.

Por su parte, el primer cronista de Texcoco, Fray Toribio de Benavente, mejor conocido como Motolinía, confirma en su Historia de los Indios de la Nueva España, que el Jardín Botánico de Texcoco superaba en dimensiones al de México-Tenochtitlan.

Fue obra de Nezahualcóyotl, el sabio gobernante de ese lugar quien lo creó en 1450 en un cerro elevado. Para el riego construyó un sofisticado sistema hidráulico que también llevaba agua a pueblos de los alrededores.

Ordenó rellenar una barranca por donde pasaría un acueducto y construyó tanques reguladores de forma circular que tienen el aspecto de tinas. Esto llevó a que José María Velasco, el gran paisajista, cuando pintó este lugar en 1878, lo haya nombrado Los baños de Netzahualcóyotl.

Este fascinante jardín resguardó todas las especies vegetales de México, ya que mandaba traer especímenes únicos tanto de plantas y flores, ya fueran medicinales u ornamentales, para que se estudiaran las cualidades curativas que tenían, así como para su contemplación. Gran parte de esta construcción todavía existe y permite imaginar lo que fue ese sitio que, según afirmaban los españoles que los conocieron, no había en Europa nada que se le acercara.

Nezahualcóyotl también diseñó –a petición de los mexicas–, un vergel en el Bosque de Chapultepec y se le atribuye haber sembrado los míticos ahuehuetes, uno de los cuales se conserva como reliquia en el viejo bosque. Muy cerca se conserva la alberca donde brotaban los manantiales que surtían el acueducto que llevaba el agua a Tenochtitlan. Tras la conquista los españoles lo reconstruyeron y todavía podemos ver algunos arcos en la avenida Chapultepec.

Durante el virreinato se hizo un jardín botánico en el Palacio Virreinal –hoy Palacio Nacional– que duró poco tiempo en buen estado, no obstante el gran interés que había por el tema. Distintos monarcas españoles mandaron hacer investigaciones sobre la flora y la herbolaria, entre otros, Felipe II, quien en 1570 envío a su médico de cámara, Francisco Hernández, para dirigir una expedición científica a América para estudiar los efectos curativos de las plantas y los usos que les daban los indígenas. A lo largo de seis años recorrió el país y catalogó alrededor de 3 mil especies de plantas.

Ese ancestral interés y gusto se ha mantenido vivo y lo vemos en los diversos jardines botánicos que hay en México. Hoy vamos a visitar el del Bosque de Chapultepec. Se inauguró en 2006 en un espacio de 5.3 hectáreas con una valiosa colección de plantas nativas e introducidas y un orquideario.

A partir de 2016 el jardín botánico se rehabilitó por un grupo privado que constituyeron la asociación civil Plantando con Causa, quienes con la ayuda de paisajistas, botánicos, horticultores y biólogos restauraron 22 espacios con más de 300 variedades de plantas.

La visita es muy interesante y placentera, ya que está muy bien organizado con áreas de plantas para polinizadores, plantas comestibles, suculentas, plantas de humedal, 14 especies de dalias silvestres y una gran variedad de agaves y cactáceas, entre otras.

Muy bien cuidado, alberga 18 jardines y un precioso invernadero muy antiguo de estilo art decó, adornado con azulejos y vitrales, donde preserva una colección de orquídeas.

En el paseo podemos apreciar una representación significativa de la biodiversidad mexicana, en la que destacan plantas medicinales y aquellas en peligro de extinción, siendo un tributo vivo a la riqueza natural del país.

De ahí nos fuimos al mercado a comprar yerbas y vegetales para comer una deliciosa ensalada.