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México: socio estratégico, nunca subordinado
E

l pasado sábado fui testigo de declaraciones –sin sustento– de Larry Rubin, presidente de la American Society of Mexico que, si bien reconoce la importancia de México como socio comercial, empleó un tono que dista mucho de lo que esperaríamos de una relación bilateral basada en el respeto y la cooperación. Afirmaciones como México debe cumplir, no parcialmente, no simbólicamente, debe cumplir plenamente lo que acordó, sugieren una perspectiva unilateral que ignora la complejidad y la naturaleza intrínseca de una alianza entre naciones soberanas.

Es innegable que nuestro país se ha consolidado como el principal socio comercial de Estados Unidos, logro que no es producto de la casualidad, sino del arduo trabajo y la visión de ambos países. Hemos demostrado ser un socio confiable y estratégico, capaz de suplir las cadenas de suministro que antes dependían de otras latitudes. Este hecho, que él mismo resaltó con orgullo, debería ser el fundamento para un diálogo constructivo.

La relación bilateral exige, como bien lo menciona, reciprocidad, seriedad y visión de largo plazo. Esto implica reconocer que la cooperación no es una calle de un solo sentido. México siempre ha demostrado su compromiso con los acuerdos alcanzados y ha actuado con la responsabilidad que se espera de un socio estratégico.

La integración económica es un pilar fundamental de nuestra relación, y su fortaleza radica precisamente en la confianza y el respeto mutuos. Para que esta integración sea verdaderamente duradera, no únicamente necesitamos una cooperación más firme, más profunda y más efectiva, sino también una narrativa que refleje la realidad de nuestra asociación, libre de retóricas divisivas.

Es deber de Rubin abogar en nombre de los estadunidenses en México, así como por la comunidad mexicana en Estados Unidos. No obstante, reviró que la posible aplicación de 30 por ciento de aranceles a partir del 1º de agosto es una alerta estratégica, consecuencia directa de la falta de acción efectiva en temas que impactan no sólo el comercio, sino también la salud, la seguridad nacional de Estados Unidos y México, afirmación que deploro y sobre la que gran parte de la ciudadanía binacional coincide en que esa medida no resuelve los desafíos bilaterales. Dicha acción afectaría cadenas productivas compartidas y pone en riesgo millones de empleos en ambos países sin erradicar los problemas de raíz que provocaron la crisis del fentanilo.

El 11 de julio el presidente Trump envió una carta a nuestra Presidenta comunicándole esa decisión y considerando que dicha crisis de fentanilo se debe a que México no ha podido con los cárteles del narcotráfico, cuyas acciones para eliminarlos no han sido suficientes. Concluyó que si el gobierno de México es exitoso al detener el flujo del fentanilo, se considerará un ajuste.

En consecuencia, me parece que el gobierno estadunidense ha mezclado temas que deben tratarse por separado: la relación comercial y la de seguridad, precisamente por la gran integración de nuestras cadenas de suministro y el alto grado de interdependencia que hay entre nuestros Estados. Si se analiza detenidamente dicha carta, podrán darse cuenta de que la imposición de aranceles no obedece a una dinámica económica per se, sino a una en materia de seguridad.

Me impresiona que con la gran habilidad política y conocimiento sobre el contexto económico, social, cultural y de seguridad de nuestra relación bilateral, Larry Rubin haya pasado inadvertido el tema de la presencia de la delincuencia organizada en territorio de Estados Unidos.

Los cárteles de ese país han dejado de depender de los mexicanos para convertirse en pares, en socios, y ellos se llevan las ganancias más altas del trasiego de sustancias ilícitas, como el fentanilo, porque, hay que decirlo, son cárteles estadunidenses, no pandillas. El fiscal general de ese país, en octubre de 2022, reconoció su existencia. Sería importante tener una conversación abierta de por qué en Estados Unidos se están catalogando de terroristas a los cárteles, al analizar los presupuestos que en los últimos años se le han asignado a la DEA. Invito a Larry Rubin a encabezar estos esfuerzos desde la sociedad civil. Igualmente, estos esfuerzos deben destinarse a eliminar los propios cárteles estadunidenses dedicados a la distribución a lo largo de la última milla en territorio de ese país, al tiempo de contener la venta indiscriminada de armas que tanto los empodera. De este tráfico ilícito de armas de Estados Unidos a México hizo hincapié el nuevo embajador en la gala. Así es como debemos trabajar, unidos.

Finalmente, como señaló el secretario Ebrard recientemente: la primera gran tarea es encontrar una alternativa que permita proteger empresas y empleos de ambos lados de la frontera. México siempre estará a la altura de sus compromisos, por convicción y por el firme propósito de construir un futuro próspero y seguro para ambos países. Somos un socio estratégico, nunca subordinado.

Las declaraciones que minan este espíritu ponen en riesgo la invaluable relación que hemos construido a lo largo de décadas.

*Senador presidente de la Comisión de Economía