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Pablo Ortiz Monasterio revela la memoria de la Ciudad de México
 
Periódico La Jornada
Martes 29 de julio de 2025, p. 5

Todo tiene memoria, asegura el fotógrafo Pablo Ortiz Monasterio: “Las paredes oyen, los pisos sienten y el cielo ve”. Quisieron desaparecer la antigua Tenochtitlan; sin embargo, ésta “vuelve a emerger en las manos de un grafitero que hace una pinta que me recuerda una figura prehispánica”, expresa el artista con motivo de Tenochti-tlan, exposición de 40 imágenes en el Museo Archivo de la Fotografía, que colinda con la base del Templo Mayor, donde estaba el tzompantli.

En ese contexto, la muestra viene es una “ofrenda a nuestros antepasados, a las personas que construyeron ese imperio que tuvo esa ruptura abrupta a raíz de la irrupción de Europa; no evalúo si estuvo bien. Quisieron desaparecerla, pero, no, todo tiene memoria”.

Una nueva exhibición sobre el tema, también de Ortiz Monasterio, pero con diferentes imágenes, se muestra en la Galería Abierta de las Rejas de Chapultepec. El punto de partida de ambas exhibiciones es el libro Tenochtitlán (Editorial RM), con texto de Álvaro Enrigue, de próxima aparición.

En Reforma norte, retoma Ortiz Monasterio, hay un predio antes de llegar a La Lagunilla que está como sumido, donde siempre hay agua. Incluso, en mayo, el mes más seco, se aprecia “una planta acuática que era muy del lago. Claro, hay una cantidad de basura, grafiti y hay gente que vive ahí; sin embargo, la memoria de la ciudad lacustre persiste”.

Otro “asomo” se da en la gastronomía, en un puesto callejero de esquites que se acompañan de chayotes, “no el liso, sino el de espinas, que se pelea y se le pone chile. Es una herencia que se come en el centro del país. Nunca lo he visto en otra parte”, apunta el fotógrafo.

Hace 29 años, publicó el libro La última ciudad, con texto de José Emilio Pacheco; fue un título muy premiado. Las urbes, no obstante, cambian, envejecen. El proyecto Tenochtitlan nació a finales de la pandemia, tiempo en que “todos estábamos desesperados; entonces, decidí que me iría al Centro de la Ciudad de México de manera sistemática, pero en bicicleta, a dar vueltas con la cámara”.

En eso “cayó” en sus manos La muerte de Tenochtitlan: La vida de México (2018), de la historiadora del arte estadunidense Barbara E. Mundy. “Al leerlo empecé a entender cosas y a aprender mucho, porque Mundy delimita el contorno en el siglo XVI, hasta donde llegaba el asentamiento de los mexicas. Ya no era el islote original, porque llevaban unos 200 años de vivir allí. Dije: ‘allí está la clave’. Ese es el territorio que voy a recorrer. En ese momento no pensaba en los 700 años de la fundación de México-Tenochtitlan.

“Hoy, en ese sitio que era una isla rodeada por agua, el pavimento sigue al infinito; entonces, hay una especie de isla visual. Si caminas distraídamente, no se nota; pero si pones atención, descubras elementos que afloran como el agua.”

Recorrer el territorio es un proyecto conceptual. “En el libro de Mundy me doy cuenta de que la única calle del Centro Histórico que es curva es la de República del Perú, porque allí había un canal. Luego lo secaron e hicieron una calle. Está la memoria de la ciudad acuática escondida”. Para efectos de la toma, Ortiz Monasterio acudió un domingo por la mañana, día en que no hay vendedores ambulantes, para que la curvatura se viera a distancia.

La exposición se divide en tres apartados: Prehispánico, Colonial y Cuerpos modernos. A lo largo del proyecto hay muchas “figuras”, las de los “ídolos”, de los Cristos y los santos, luego los maniquíes que suelen ser “muy sexis”. Las figuras son el hilo conductor.

“Mi proyecto está pensado para ir engarzando las imágenes: que una conecte con la otra. En la exposición a veces pongo dos en un solo marco, y el espectador las vuelve una sola pieza. Por ejemplo, hay una de un joven, o una joven, no sabemos, porque lleva un cubrebocas con la imagen de una mujer sexy, de labios pintados, cuya contraparte es una estatua de piedra de una religiosa que carece de cabeza; entonces, no tiene boca. Engarzar dos imágenes genera cosas que no habían en ninguna de ellas y construye otras posibilidades de lectura.”

Ortiz Monasterio destaca las formas de mirar el proyecto: “En un libro no puedes ver más que dos páginas abiertas a la vez, mientras en una exposición se ven las imágenes de cerca y de lejos, en diferentes partes de la sala. La experiencia de la calle es distinta. Hay quienes recorren la muestra en las Rejas de Chapultepec de principio a el fin, desde el Museo de Arte Moderno hacia el Auditorio Nacional. La mayoría de las personas, sin embargo, la ven desde el coche o el transporte público; entonces, hay que tomar en cuenta estas características y ajustarlas”.

Tenochtitlan permanecerá hasta el 31 de agosto en el Museo Archivo de la Fotografía (República de Guatemala 34, Centro Histórico).