ste año marca el 80 aniversario de la victoria de la Guerra de Resistencia del Pueblo Chino contra la Agresión Japonesa y la Guerra Antifascista Mundial. Durante la Segunda Guerra Mundial, China, como principal frente oriental, realizó contribuciones decisivas para el triunfo en la Guerra Antifascista Mundial.
Siendo la primera víctima de la invasión fascista, China fue el país que luchó por más tiempo contra el fascismo. Desde el Incidente de Mukden (también conocido como el Incidente del 18 de septiembre de 1931), provocado deliberadamente por Japón, hasta su rendición incondicional en 1945, el pueblo chino libró una heroica lucha contra la agresión japonesa. Durante esos 14 años, 35 millones de militares y civiles chinos perdieron la vida o resultaron heridos. Con este sacrificio desgarrador, las fuerzas chinas aniquilaron a una gran cantidad de tropas japonesas que representaba más de 70 por ciento de sus bajas totales en toda la Segunda Guerra Mundial, escribiendo una grandiosa epopeya de lucha en defensa de la supervivencia del país, la revitalización de la nación y la justicia de la humanidad.
La verdad de la historia no admite negaciones. Hace 80 años, la fundación de la Organización de Naciones Unidas (ONU) fue la decisión más importante que hizo la comunidad internacional tras la Segunda Guerra Mundial. Como nación victoriosa, China fue signataria original de la Carta de la ONU. La restitución de Taiwan y su regreso a la patria constituye un logro importante de la victoria de la guerra y parte indispensable del orden internacional de la posguerra.
Los hechos sobre la cuestión de Taiwán son diáfanos e irrefutables. A finales del siglo XIX, Japón usurpó Taiwan mediante la guerra invasora. Durante los siguientes 50 años, el pueblo taiwanés nunca dejó de luchar contra los agresores japoneses. Tanto la Declaración de El Cairo como la Proclamación de Potsdam estipularon específicamente que Taiwán, que había sido arrebatado por Japón, sería restituido a China. Estos documentos, con plena validez jurídica internacional, confirmaron la soberanía de China sobre Taiwán y conformaron parte importante del orden internacional de la posguerra. Por ello, cuestionar el principio de una sola China es desafiar la autoridad de la ONU y subvertir el orden internacional de la posguerra. La Resolución 2758, adoptada por la Asamblea General de la ONU en 1971, reconoció de manera inequívoca la soberanía de la República Popular China sobre Taiwán. Desde entonces, la única referencia a la región de Taiwán en la ONU es “Taiwán, Provincia de China”.
Hoy, 183 países, la inmensa mayoría de los estados miembros de la ONU, han establecido relaciones diplomáticas con China sobre la base del principio de una sola China. Esta realidad evidencia el amplio consenso global y una tendencia histórica imparable: Taiwán sin duda volverá a la patria.
Recordar el pasado nos sirve para iluminar el presente y guiar el futuro. Tras una resistencia sangrienta y heroica contra la agresión japonesa, el pueblo chino es plenamente consciente del valor de la paz. El desarrollo de China robustece las fuerzas pacíficas globales. Como el único país entre los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU que aún no ha logrado su plena reunificación, la reunificación de China no perjudicará los intereses legítimos de ningún país, al contrario, brindará más oportunidades de desarrollo y aportará más energía positiva para la estabilidad y prosperidad del mundo.
En esta nueva encrucijada histórica, lo que necesitamos no es la ley de la selva, sino la comunidad de futuro compartido; no es la hegemonía ni la prepotencia, sino la cooperación de ganancias compartidas, y no es subvertir el orden internacional de la posguerra, sino salvaguardar los frutos obtenidos con la victoria de la Segunda Guerra Mundial. Sólo así podremos evitar repetir las tragedias pasadas, cimentar la base de la paz y el desarrollo y hacer realidad la comunidad de futuro compartido de la humanidad.
* Observador de asuntos internacionales en Pekín