El arte de las góndolas en Venecia

enecia es un ciudad relativamente pequeña. Tiene 260 mil habitantes, de ahí que sorprenda la cifra del turismo masivo que asciende a 30 millones cada año. Pese a las medidas que se han tomado, como cobrar cuota a cada persona que se hospeda en la ciudad, esto no parece influir demasiado en las preferencias de los visitantes.
Si hay algo con lo que Venecia se identifica ante el mundo son sus góndolas. Los intrincados canales le dan un sello romántico; el mundo a través de diferentes medios tal vez sueña con llevarse la experiencia de un paseo en ese medio de transporte. Esta tradición combina historia, arte y un toque de magia que la hace única. La góndola, elegante embarcación negra de proa curva, tiene más de mil años de historia.
Antes los gondoleros servían a su propio amo. El diseño asimétrico de la góndola permite maniobrarla de pie y con un solo remo que funciona de motor y está colocado en una ranura especial; el gondolero utiliza sólo la fuerza de sus brazos y con una habilidad admirable hace girar, doblar o detener la embarcación manteniéndose el de pie en equilibrio en la popa.
Se desliza con precisión por los estrechos canales y cuando sube la marea hay diálogo entre gondoleros a la hora de cruzar algún puente. Cada embarcación se fabrica de forma artesanal, con maderas seleccionadas y detalles que reflejan la tradición local. Pesa unos 600 kilos con 11 metros de largo. Ahora todo es negocio, incluso hay una persona –generalmente de edad avanzada– que por una propina ayuda a los pasajeros a subir y bajar.
Convertirse en gondolero no es fácil, es una profesión artesanal en la que se deben pasar pruebas que son definidas por el ayuntamiento de la ciudad; cuando hay alguna plaza libre, la convocatoria define que el aspirante debe tener al menos 18 años. Las pruebas son el manejo del remo, natación, conocimiento de historia del arte así como idiomas extranjeros.
Están formados para informar al turista sobre las bellezas arquitectónicas y los monumentos que se encuentran a lo largo del recorrido. Una vez superadas se convierte en gondolero suplente: puede sustituir a uno que ya cuente con la licencia en caso de que se ausente por cualquier razón. La profesión también suele pasar de padres a hijos.
El recorrido clásico suele partir de puntos estratégicos como la Plaza de San Marcos o el Puente de Rialto, pero también existen rutas menos concurridas que revelan la Venecia más íntima: patios ocultos, fachadas antiguas y reflejos dorados al atardecer. A menudo, los gondoleros comparten anécdotas y leyendas, y algunos incluso entonan antiguas canciones venecianas que acompañan el vaivén del remo.
El precio, regulado el ayuntamiento, varía según la duración –habitualmente 30 o 40 minutos– y la franja horaria, el atardecer es el más codiciado. Aunque se asocia al romance, es también una oportunidad para familias y amigos de sumergirse en la historia viva de Venecia desde una perspectiva única: la del agua.
En una ciudad donde las calles son canales, la góndola no es sólo un ícono fotográfico, sino un puente entre el pasado y el presente, un recordatorio de que en Venecia cada viaje es tan importante como el destino.
Alia Lira Hartmann