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El elefante
E

l consenso sobre el derrumbe de Estados Unidos (EU) se extiende por el orbe, pero nadie se alegra por ello: hará mucho daño y durará mucho tiempo. Continúa siendo el país más poderoso, pero la velocidad de su descenso es mayor a la del ascenso de China. Existen al menos nueve potencias nucleares; EU es sólo una. Su élite política siempre fue atrabiliaria con el mundo; habla con voz altisonante de la ley, mientras la irrespeta cada día. Lo peor de EU son sus asesinatos: hay pocos países donde no los haya cometido con impudicia. Es un gorila ciego y sordo, y su actual desguace lo ha envilecido aún más.

Hace tiempo que sus clases dominantes comenzaron a percibir la decadencia. La primera reacción desde el poder a ese sino en marcha fue el intento de Joe Biden. Antes, Donald Trump mostró vagamente la percepción de que las cosas para el imperio no marchaban, pero sus políticas fueron torpes tentativas. Antes de Trump 1.0, Clinton, Bush y Obama gobernaron ignorando el tobogán entonces incipiente en el que estaban, y se asumieron sin más como el mandamás imperialista arrogante de siempre.

Biden convocó en Madrid a sus aliados de la OTAN en junio de 2022: había que reducir a Rusia y enfrentar “la amenaza” representada por China, e inició la parcelación de la globalización y la creación de un espacio donde el capitoste siguiera siendo EU. En su tiempo, Clinton engañó con vileza a Putin, asegurándole que la OTAN desaparecería por innecesaria. Bush invadió Afganistán en 2001 y a Irak en 2003, cometiendo destrozos inauditos durante ocho años. Fueron sus peores vilezas. Obama produjo una catástrofe pasmosa en Siria que produjo la mayor crisis de refugiados desde la Segunda Guerra Mundial.

Trump 2.0 llegó para continuar la construcción de un espacio internacional propio, iniciada por Biden. Existe un consenso interno sobre esa tarea troncal para EU, según sus clases dominantes, alineadas al Partido Demócrata o al Republicano. EU reconoce que no puede echar atrás el espacio geopolítico y económico donde China, Rusia e India son dominantes. Lo que no significa que haya renunciado a cortarles la yugular, si le es posible. La vía de Trump es la intransigencia absoluta para la prevalencia en el poder de las derechas gringas. Eliminar lo que se oponga, aún en el discurso.

El consenso interno va de la mano de una “guerra” por el poder que los demócratas ya perdieron en toda la línea. La palabra guerra es del trumpismo: “estamos en guerra”, dicen, señalando a todo lo que se oponga a Trump, definido como “izquierda radical comunista”. Trump quiere ser rey o, por lo menos, dictador. En medio del diluvio, Trump está construyendo un salón de baile de rompemadre, en la Casa Blanca, para 900 personas, de más de 8,000 metros cuadrados. Cortinas, candelabros con cientos de luces, alfombras suntuosas, señoras de vestidos largos y joyas ultracaras, señores de frac o al menos de esmoquin, cenas fabulosas, un lugar soñado donde los millonarios se sientan en el Olimpo. Lo grotesco extremo es el gusto de Trump y del trumpismo.

Todo será alcanzado si Trump y los suyos logran echar fuera en definitiva a los blandengues demócratas. ¿Cómo se alcanza esa meta anhelada? Haciendo que el elefante republicano le pase por encima al burro demócrata: echando fuera a los migrantes que votan principalmente a los demócratas, rediseñando tramposamente el mapa de los distritos electorales a favor de los republicanos, aplastando a los medios y a los comunicadores que critiquen al gobierno de Trump, echando a los estudiantes internacionales, mintiendo a todas horas en contra de los “comunistas” del partido del burro.

El 2 de abril de 2019, ante el Comité Nacional Republicano del Congreso, Donald Trump afirmó que el ruido de las turbinas de la energía eólica causa cáncer y reduce el valor de las propiedades en 75 por ciento. Es imposible llamar a eso “mentira”. No hay palabra para describir esa aberración contrahecha. Cualquier persona se sabe la peor de Donald Trump, porque todas son la peor. Y fabula y mata. Como ocurrió con las pateras “de narcoterroristas con masivas cargas de drogas” abatidas en el Caribe por aviones caza F35, “la nave más letal de EU”. Su gobierno es una fábrica de dislates locos que corren en paralelo a las acciones nada locas de protección de los millonarios y sus capitales.

Brendan Carr, presidente de la Comisión Federal de Comunicaciones, a las órdenes incuestionables de Trump, dijo que Jimmy Kimmel debía ser suspendido por su comentario respecto al asesinato de Charlie Kirk; lo dijo así: “Podemos hacer esto por las buenas o por las malas”. ABC suspendió indefinidamente a Kimmel y dijo en frase ambigua que no hacerlo le resultaría mas caro (hablaba de dinero).

Arriba de Carr está Stephen Miller, jefe de gabinete adjunto de la Casa Blanca. Es el maestro ideólogo de la administración Trump, el burócrata más poderoso de EU. Es el mando del nuevo macartismo que ahora se despliega sin tapujos desde el poder. El nuevo elefante partidista busca construir la dictadura.