Capital
Ver día anteriorDomingo 28 de septiembre de 2025Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Tu colonia

Calles empinadas por donde pasó el Río Mixcoac

La historia de un lugar de olivos que perteneció a la nobleza hace 500 años
Foto
▲ Cascadas del río, 1920. “Bajaba desde la presa Canutillo, en el Olivar del Conde; cuando abría sus compuertas, el agua llegaba muy rápido por el cauce, arrastraba basura, troncos y ramas”. Fragmento del libro Río Mixcoac, entre miradas de ojos verdes. Abajo, en la actualidad.Foto tomadas de redes sociales de la colonia Alfonso XIII-Mixcoac y María Luisa Severiano
 
Periódico La Jornada
Domingo 28 de septiembre de 2025, p. 29

Ubicada entre las barrancas Río San Borja y Tarango, sobre antiguas minas de las que se extraían arena y grava –usadas en la construcción de muchos edificios de la ciudad–, la colonia Olivar del Conde, en la alcaldía Álvaro Obregón, debe su nombre a una leyenda de la época posterior a la Conquista que ahora enfrenta problemas de movilidad, inseguridad y el riesgo de deslaves.

Su nombre se remonta a 1528, cuando el terreno donde se cultivaron los primeros olivos y viñedos fue proporcionado a Juan Gutiérrez Altamirano, conde de Santiago de Calimaya, quien se dice era primo de Hernán Cortés, y posteriormente se convirtió en hacienda.

Entre los españoles que llegaron a la zona estuvo Vasco de Quiroga, quien con otros pretendieron convertir el área solo para cultivos sin lograrlo, comenta Jaime Reyes, vecino del lugar desde hace 60 años. “También había muchos magueyes, por lo que fue un sitio pulquero en el que abundaban frutas silvestres como tejocote, capulín y la jícama”.

Pero fue hasta la segunda mitad del siglo XX cuando se empezó a poblar. Los primeros colonos que buscaron adquirir terrenos eligieron representantes para gestionar los contratos de compraventa; sin embargo, algunos se aprovecharon y robaron el dinero. Ante eso, se organizó el Comité Pro Mejoras de la Colonia Olivar del Conde, que presentó la demanda contra los defraudadores. Las autoridades dieron la razón a los residentes y así lograron proteger su patrimonio.

María Monzón, de 71 años y fundadora, recuerda que en 1950 su padre se hizo de su propiedad por 200 pesos de aquel entonces. En sus recuerdos de la infancia aún permanecen los establos y un molino de nixtamal, “porque se acostumbraba hacer las tortillas a mano”, así como el escaso transporte público, por lo que se recorría “pura tierra”, hasta llegar a la Calle 8, para abordar un microbús que sólo llegaba al Centro y a La Merced.

Jaime Reyes relata que cuando sus familiares llegaron, se lavaba la ropa en los ríos y la gente se dedicaba a distintas actividades, entre ellas a la siembra en las partes altas y a la producción de pulque. “Mis parientes iniciaron en el comercio, mi abuelo fue el primer locatario en el mercado Olivar del Conde”, que ahora en sus inmediaciones está repleto de ambulantes.

Resalta que tuvo la oportunidad de ir por leche a los establos: “uno estaba en avenida Santa Lucía y Calle 26, que después se convirtió en un taller de muelles para autos y camiones, y otro en la Calle 23, donde hoy hay departamentos”.Desafíos en la movilidad

La primera sección del asentamiento fue la que se urbanizó de inmediato y se integró por vecindades, así como viviendas precarias de madera y lámina, muchas de las cuales contaban con fosas sépticas construidas por los propios vecinos y que, en muchos casos, todavía se utilizan. En cuanto a la segunda sección, tiene problemas de tránsito debido a las pronunciadas pendientes que incluso dificultan el acceso de los servicios de emergencia.

La Calle 25 tiene la mayor inclinación, que llega a ser de 40 grados, y está pavimentada con concreto hidráulico. Allí la señora Monzón enfrenta a diario el reto de sortear lo empinado para llegar a su casa, en la que hay escaleras de concreto que le permiten descender a realizar sus actividades cotidianas. La pendiente es tal que los taxis con más de tres pasajeros no logran subir.

A pesar de eso, dice que la colonia ha cambiado mucho “para bien”, ya que ahora tiene todo lo necesario: prescolar, primaria, secundaria y un centro de abasto que no existían. “Antes sólo había puestecitos donde la gente compraba sus cosas”.

Jorge Zepeda, otro vecino, explica que “todas las calles desembocan en Río San Borja, con altura de 10 a 15 metros. Por eso se construyeron escaleras que hasta hace poco no contaban con barandales, para facilitar el acceso al transporte”; esta situación dificulta la movilidad, sobre todo de los adultos mayores.

Comenta que la falta de accesibilidad ocasiona que incluso algunos delitos queden impunes, ya que por la altura y las escalinatas se dificultan las persecuciones. “Los delincuentes saben por dónde escapar y que no se les puede seguir en vehículos”.

El territorio colinda al sur con las colonias Molino de Rosas y Alfalfar; al Oriente, con Golondrinas y Barrio Norte, y tiene calles que llevan nombres de actores emblemáticos de la época de oro del cine mexicano, como Mario Moreno y Dolores del Río, denominaciones que, según los vecinos, fueron establecidas por el gobierno.

La superficie de la colonia, entre otras más de la demarcación, ha sido considerada riesgosa por las minas, oquedades y deslaves –como las que ha habido en la Calle 23–, ya que la mayor parte de las edificaciones se construyeron sin cumplir con los requerimientos actuales de seguridad.