Opinión
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Ciudad perdida

Con los dineros del pueblo no se juega

C

on la soga al cuello, uno de los más grandes deudores del pueblo de México, en muchos sentidos, echó mano de su último recurso tramposo para tratar de burlar a su acreedor: una negociación a nombre de la tolerancia.

Como se quisiera ver, la intención del deudor no era otra que timar a quienes más requieren de los dineros que el gobierno administra, pero que son del contribuyente, de la gente y que se le deben regresar en obras que beneficien a la mayoría.

El intento de llevar al administrador de los bienes públicos, con insultos, mentiras y amenazas –por enunciar lo menos–, al último escalón de la aprobación de la gente, no dio resultado. Falló y una población que tiene en claro que un magnate, el mayor tramposo de todos, le estaban sacando el dinero de la bolsa, le estaban robando, los condenó.

El gobierno no cayó en la trampa. A la invitación que con absoluto descaro lanzó el condenado, se produjo un rechazo absoluto. Los pasillos de Palacio se llenaron de comentarios de coraje e indignación. ¿Cómo que propone una mesa de diálogo?, eso es no tener vergüenza.

La protesta escaló en minutos y dentro y fuera del edificio de gobierno se escuchaban propuestas de todo tipo, todas en contra del millonario. Una de ellas, tal vez la más peligrosa, fue la que exigía cobrar los dineros de la deuda con los bienes del deudor, consideración que fue muy bien aceptada en todos lados.

Y es que alguno de los bienes de los que hoy disfruta el que se niega a pagar, son propiedad del Estado y los explota para su beneficio. Las concesiones se deben revisar y pueden regresar a manos de la administración.

En las redes sociales se muestra una gran cantidad de argumentos, de todo tipo y con muchas diferentes voces, que sostienen la tesis de retirar cuanto antes las concesiones tóxicas que no sólo atacan al gobierno, sino que enferman a una sociedad como la nacional que en algunos sectores es muy vulnerable.

Por el momento no hay decisiones al respecto. Se debe decir que del otro lado de la 4T están listos todos los comentarios con los que la derecha buscaría acusar de todo lo acusable al gobierno y la verdad, hoy por hoy existen asuntos de muchos más calado que resolver, aunque no hay que restarle importancia a este que levanta tanta indignación.

El asunto es que en el momento en el que la Suprema Corte de Justicia exija el pago de los impuestos, el deudor no tendrá, según se dice, el capital suficiente para cubrirlos y entonces el Estado debería tomar posesión de los bienes que garanticen que, aunque parcialmente, la deuda se pagará.

¿Que qué va a pasar con el deudor?, nos parece que la ley también prevé este tipo de situaciones y sus dictados seguramente no serán del agrado del deudor porque podrían implicar cárcel. Por eso, la Presidenta advirtió que con el dinero de la gente no se juega, o para decirlo de otra manera: el que se lleva, se aguanta.

De pasadita

Está claro que el pago de las deudas políticas casi nunca son buenas para la gente. Un ejemplo incontrovertible de tal cosa es lo que sucede en el Metro de la ciudad.

Al Metro lo gobierna hoy, sin mérito alguno para tener el privilegio, un político “lodero”, de ésos a los que no les importa andar embarrados de esto o aquello con tal de seguir viviendo de erario, es decir, del dinero de la gente.

Adrián Rubalcava, quien fuera jefe delegacional en Cuajimalpa por el Partido Verde, está al mando del sistema de transporte Metro y desde que tomó las riendas no hay semana que este transporte sufra alguna descompostura, alguna falla o esté sometido a modificaciones técnicas de ésas que cuestan muchos millones de pesos, pero en fin, lo que hay que decir es que el Metro no camina, o no camina bien, parejo, y ya sabemos quién es el culpable.