l apagón en la península de Yucatán fue un colapso total, como un cuerpo cuando sufre un desmayo debido a un problema de flujo sanguíneo al cerebro.
La península es y ha sido históricamente deficitaria en su generación de energía eléctrica. Obtiene de entidades como Chiapas y Oaxaca hasta 35 por ciento de la luz que requiere. Sólo hay una línea de transmisión entre esas dos regiones. Al caerse esa línea y perder la tercera parte de energía es que se desconecta toda la zona y se queda sin electricidad.
Hasta ahora los problemas de generación se han resuelto con decenas de plantas móviles que complementan el flujo; además, las autoridades regulan el déficit con la utilización de tiros de carga, es decir, “apagan” determinadas colonias y zonas para lograr un sano equilibrio.
También es cierto que las plantas de ciclo combinado son una correcta solución a mediano y corto plazos, pero tal parece que al proyectarlas se le olvidó construir el gasoducto correspondiente para alimentarlas y será hasta 2027 cuando se puedan utilizar en su amplio espectro.
El viernes 26 de septiembre, de nueva cuenta, ocurrió un apagón general en la península de Yucatán. Uno más a la cuenta de advertencias que se han seguido durante la década reciente y, como se ha advertido en varias ocasiones, otra señal de que la distribución del fluido eléctrico tiene varias y graves deficiencias.
En primer lugar, por el aumento de la población y turismo en los tres estados que integran la región (Campeche, Yucatán y Quintana Roo) y, por otro lado, debido a la entrada en operaciones de infraestructura estratégica ligada a proyectos como el Tren Maya y el Aeropuerto Felipe Carrillo Puerto, en Tulum. Esas obras insignia demandan todavía más energía eléctrica. El crecimiento exponencial de los complejos turísticos de la Rivera Maya son un punto aparte en los requerimientos de energía.
Conviene recordar que no es la primera vez que ocurre un apagón general en la península. Pero también es cierto que, aunque se reconoce que durante la temporada de mayor bochorno (en la zona sólo conviven dos tiempos: calor y más calor) que coincide con la de huracanes, hay mayor demanda de electricidad y ésta supera por mucho la capacidad de producción eléctrica, también es necesario insistir en que la red de distribución es obsoleta en muchas partes de la región; aquí nos referimos tanto al número y capacidad de transformadores instalados –y las condiciones en que operan– como al cableado tendido.
Se espera que la entrada en operación de las nuevas centrales, en Mérida y Valladolid, incremente la capacidad de generación, pero también hace falta un funcionamiento impecable del gasoducto Mayakán, que abastecerá a estas centrales. En síntesis, la península es sumamente vulnerable a la falta de suministro eléctrico.
Hasta aquí la información fundamentada en la comunicación oficial del gobierno, pero el problema se politiza porque las consecuencias cotidianas, que no sólo se centran en la incomodidad de todos los días, influyen en los derechos humanos por la alteración de los servicios de agua, educación, industria, hospedaje, comercio y comunicación.
Aunque este reciente colapso se atribuye a un problema de transmisión, las plantas móviles contratadas no han funcionado de manera idónea por múltiples problemas técnicos, de tal manera que la complicación está en cómo corregir el balance: demanda/generación/transmisión.
Si esta situación se arreglara en dos años, será inevitable que las pérdidas económicas y políticas crecerán, ya que se podrían posponer las inversiones privadas programadas, las cuales, para su certidumbre, requieren energía suficiente.
El tema cobra mayor relevancia al contemplar los polos de desarrollos planeados o deseados, entre ellos el nuevo puerto de Progreso, que son claves para el avance regional.
Es tal la demanda cotidiana que aún sin calor habrá apagones, ya sea por transmisión o por generación.
Fortalecer y modernizar el suministro de energía en la península de Yucatán requiere de una voluntad y un esfuerzo sostenidos por parte del Estado.
Primero, es urgente habilitar 100 por ciento las nuevas centrales de ciclo combinado con gas natural de la mejor calidad. Al mismo tiempo, terminar con el aislamiento que tiene la zona peninsular con el resto del sistema interconectado. ¿Cómo? Construyendo más líneas de transmisión con la contigua zona oriental. Sólo así terminará el estado de zozobra en el que vivimos los peninsulares.
El amor a la península se mide en voltios.