a discusión sobre el dinero, sus formas y su funcionamiento se ha ido modificando de modo rápido con el surgimiento y el desarrollo de las criptomonedas (bitcóin se activó a principios de 2009).
Kenneth Rogoff escribió el libro titulado La maldición del efectivo, publicado en 2016, y en el que trata sobre las perspectivas económicas y políticas del dinero. La operación del papel moneda, las criptomonedas y las monedas digitales es hoy parte central de la política monetaria y de la operación del mercado financiero. Esto ocurre en un entorno económico e institucional rápidamente cambiante. Rogoff sostiene que en la evolución del dinero y sus funciones los gobiernos tienden a regular los procesos de su desenvolvimiento y prevé que esto ocurrirá también en el caso de las criptomonedas mediante las monedas digitales.
En el caso del dinero de curso legal, que se basa en el carácter fiduciario de la emisión por parte del gobierno como su único respaldo, Rogoff afirma que se tiene que contener su abundancia y su uso. La situación actual muestra que, mientras tiende a usarse menos papel moneda ( cash o “efectivo”) hay mayor cantidad en circulación, en especial los billetes de alta denominación como ocurre, en particular, con los de 100 dólares en Estados Unidos. Esto favorece la capacidad de evadir impuestos y la comisión de delitos como son la corrupción, el terrorismo, el narcotráfico. Y advierte que las criptomonedas tienden a agravar esta situación.
A esto se añade un efecto adverso sobre la política monetaria, que tiene que ajustarse, necesariamente, a los avances tecnológicos como es hoy el caso. La gestión de la moneda es un instrumento para la definición de la política económica en materia financiera y en el caso de algunos países es una expresión del poder geopolítico, piénsese en el dólar estadunidense, el yuan-renminbi de China o el euro de la Unión Europea.
En este marco, una de las cuestiones relevantes que se debaten en materia de criptomonedas es la relacionada con las monedas estables ( stablecoins). Estas son tokens que operan como como efectivo y son emitidas por ciertas entidades, con la característica de estar ligadas, uno a uno, a una moneda fiduciaria y respaldadas por reservas comprobables.
A diferencia de las monedas digitales que desarrollan actualmente los bancos centrales, las monedas estables no son de curso legal y están sujetas a una regulación y vigilancia, siendo este aspecto una de las cuestiones más debatibles. La reciente ley GENIUS, establecida en julio pasado en Estados Unidos, contempla el funcionamiento de las monedas estables y se presenta como un primer paso para proteger a los usuarios y para una regulación más amplia de las criptomonedas.
Eswar Prasad publicó en 2021 un importante libro titulado El futuro del dinero. En él prevé el final del dinero físico y apunta que la fuerza impulsora serán los bancos centrales, mediante el desarrollo de sus propias monedas digitales ante la creciente presencia de criptomonedas y para encaminar el sistema financiero a un entorno más estable. Este proceso se asentará en los desarrollos tecnológicos que están ya rediseñando las finanzas en términos de la manera en que se comercia, se invierte, y se administran los riesgos.
La cuestión entraña, según su análisis, una redefinición del concepto mismo del dinero, más allá de sus funciones tradicionales como unidad de cuenta, medio de intercambio y reserva de valor. Pero advierte que el riesgo será la inestabilidad, la redefinición clara de las responsabilidades, la rendición de cuentas y la erosión de la privacidad. Como puede advertirse esto no es poca cosa.
En el marco del debate que está en pleno curso entre especialistas y autoridades financieras, el economista francés Jean Tirol considera que, aunque las monedas estables vinculadas a activos como el dólar ofrecen mayor solidez que el bitcóin, traerán consigo más riesgos que beneficios. Podrían suponer un reto para la capacidad de los bancos centrales para estabilizar la economía en momentos de crisis y para contener la fuga de capitales ante ataques especulativos en contra de la moneda.
Argumenta Tirol que los emisores de monedas estables, cuya regulación es de menos calado que la aplicada a los bancos, no se contendrán para intentar agrandar sus rendimientos mediante operaciones riesgosas; por ejemplo, mediante valores que ofrecen mayores tasas de interés o con depósitos no asegurados por las agencias públicas. La operación con monedas estables puede incidir en los recursos de los bancos y contraer la cantidad de crédito.
Advierte que las innovaciones financieras suelen crear las condiciones de una crisis, como ocurrió con las hipotecas chatarra en 2008. Finalmente, las condiciones para auditar las operaciones con criptomonedas como es el caso de las monedas estables son cuestionables. Esto ocurre en el entorno en el que se está configurando el mercado y la estructura institucional del mercado de monedas estables y que apunta, ahora, a un ambiente laxo de supervisión.
Concluye Tirol que siendo las monedas estables la moda financiera más reciente, existe el riesgo de mayor inestabilidad financiera mientras se enriquecen unos pocos. Y que un mejor esquema para tratar a los mecanismos de pago es el de una utilidad compartida y no un campo de juego especulativo.