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Aprender a morir

Otros médicos en casa

¿H

ay algo peor que someterse a una intervención quirúrgica?, preguntó el profesor a los alumnos. Claro que sí, respondió un joven desde su silla de ruedas. ¿Y qué es?, reviró el docente. Convalecer en casa al cuidado de familiares que decidieron convertirse en médicos a domicilio, en improvisados especialistas o en diagnósticos autoritarios, al comprobar que las condiciones del paciente les permiten desplegar con impunidad su convencida ignorancia.

“Médico en casa” no se refiere hoy a utópicos programas para poblaciones vulnerables dirigidos a adultos mayores, personas con discapacidad y embarazadas, así como pacientes con enfermedades terminales o postrados que no pueden acudir a un centro de salud, ofreciendo visitas de médicos y otros profesionales a sus hogares, quizá con recetario, no con medicamentos. En teoría, esos servicios gratuitos de visitas médicas a domicilio pueden ofrecer diagnósticos, seguimiento de enfermedades, incluso capacitación para cuidadores y, en casos excepcionales, medicamentos y estudios de laboratorio. En la Ciudad de México, intente solicitar ese servicio al 55 5132 0909.

Varios libros se refieren a cuidar con conocimiento de causa, no sólo con amor, paciencia o compromiso al paciente terminal –sobrevida inferior a seis meses, con una enfermedad progresiva e incurable– o al paciente dependiente, aunque ello no sea una de las prioridades de la salud pública, habida cuenta de que “en la ruta del dinero”, todo lo que vaya contra el negocio de las agonías debe ser descartado porque no es redituable. En medicina, muchos avances tecnológicos han volteado el chirrión por el palito, y lo que debió ser para salud de la sociedad, sólo aumentó el número de ancianos sanos pero marginados, si no es que descuidados en su atención diaria, ya sea por falta de familiares disponibles o de dinero. El problema aumenta cuando los mismos pacientes se niegan a ejercer su autonomía, a hacer respetar su libertad sobre su final. No creen tener derecho.

Están avisados, futuros convalecientes: cuando los manden a terminar de recuperarse en su domicilio, en el seno del hogar brotarán como plaga los médicos en casa, parientes y amigos que sólo van a decir, a sugerir, a hacerse lucir o a parecer útiles y solidarios, recomendando tratamientos, indicando antibióticos, rechazando analgésicos, alterando procedimientos. ¿Hay salida? Sólo una: ¡manténgase sano!