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Los diamantes de Israel
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uede sonar raro, pero de hecho Israel no debe un genocidio, sino dos, al anotarse dos victorias aplastantes, casi simultáneas: destruyó Gaza hasta un punto de no retorno y se consolidó como uno de los mayores exportadores de diamantes en el mundo. En 2022 ocupó el primer lugar. Sus competidores son India y Emiratos Árabes Unidos. Bueno, India es el país con más minas de la gema en el mundo (el primer productor es Rusia), pero Israel y los emires, ¿de dónde sacan los diamantes, si no tienen una sola mina en sus territorios?

El mayor mercado, con casi la tercera parte del consumo mundial, es Estados Unidos, y su principal proveedor (adivinó usted), Israel. Ofir Gur, director de la Administración de Diamantes, Gemas y Joyas, y supervisor de Diamantes del Ministerio de Economía israelí (tales son sus cargos públicos), definía hace cuatro años al mercado estadunidense como “el objetivo para los comerciantes de diamantes israelíes” (agencia AJN).

Para ambientarse, vean la película Uncut Gems (Josh y Benny Safdie, 2019), con un Adam Sandler nada cómico y un reparto de actores judíos que dan vida a un drama mafioso en el Distrito del Diamante de Nueva York. El protagonismo judío en ese mercado no es ningún chiste, ni un secreto. Por lo demás, para los angloestadunidenses resulta inescapable el ritual del anillo de compromiso. Algo de ello salpica las abundantes joyerías en la Riviera Maya para los cruceros gringos.

Según Edahn Golan, especialista en Diamond Research & Data, el principal proveedor es Israel, junto con India y (¡oh!) Bélgica, que tampoco tiene minas pero sí una historia atroz de genocidio a distancia en el centro de África. Antes fue el imperio leopoldino del caucho; hoy son los diamantes del Congo y Botsuana. En la capital de Europa perviven los viejos privilegios coloniales.

Reporta Golan que Estados Unidos importó más de 400 mil millones de dólares en diamantes pulidos entre enero de 1989 y agosto de 2020. Para finales de 2024 preveía que esta cifra alcanzara “el impresionante medio ‘billón’ (mil millones) de dólares”. Si el primer proveedor es Israel, ¿cómo disociar el auge diamatino y la costosa pero rentable destrucción de Gaza? Esos duros y brillantes cristales de carbón transfigurado son, con el oro, supremos fetiches de riqueza y poder. Justifican la guerra que sea.

En 2021, Israel ingresó al círculo de expositores en la feria de joyas en Bahréin, y al año siguiente ya era el mayor exportador del mundo. Shady Kheir, vicepresidente del Centro del Diamante de Israel (IDC), celebraba la primacía de su país, “conocido como la nación de los start ups” (Israel Noticias, 20/10/21). El negocio de invertir con Israel iba a la alza.

El espectro de Leopoldo II de Bélgica rencarna en Netanyahu y sus secuaces. Israel construyó un imperio de diamantes sobre la sangre africana que financia el genocidio en Gaza. La publicación Afroféminas (7/10/25) advierte: “Mientras el mundo celebra la ‘transición verde’ y compra teléfonos inteligentes con la conciencia limpia, en la República Democrática del Congo miles de personas mueren extrayendo los minerales que hacen posible nuestro estilo de vida. Detrás de esta tragedia humanitaria existe una red de explotación que conecta directamente con Tel Aviv, con la industria diamantera israelí y con un ciudadano del Estado de Israel realmente siniestro: Dan Gertler”.

La activista Quinndy Akeju lo explica en un video demoledor publicado por Spanish Revolution, sitio de divulgación muy activo estos días: “Colonos y empresarios israelíes compran derechos exclusivos sobre minas de diamantes a través de contratos opacos y corrupción política. En 2017, el magnate Dan Gertler, amigo del ex presidente congoleño Joseph Kabila, fue sancionado por Estados Unidos. El Tesoro estadunidense calculó que el Congo perdió más de mil 360 millones de dólares por esos acuerdos ilegales”. Afroféminas destaca que Gertler es nieto de Moshe Schnitzer, primer presidente y cofundador de la Bolsa de Diamantes de Israel y ganador del Premio Israel en 2004. “Su apellido es sinónimo de diamantes en el Estado hebreo”.

En 2024, “bajo presión israelí y en plena ofensiva sobre Gaza, Estados Unidos levantó las sanciones”, añade Akeju al denunciar que los beneficios del expolio congoleño se utilizan para financiar la maquinaria militar israelí. “Las minas controladas por milicias armadas, como el M23, operan con armas de fabricación israelí. El saqueo y la guerra son parte del mismo negocio”.

Los diamantes robados van a Dubái, “donde se retiquetan y blanquean”. En 2021, los Emiratos Árabes se convirtieron en el principal centro mundial de comercio de diamantes, moviendo más de 31 mil millones de dólares al año. “Dubái es la lavandería; Israel, el distribuidor a Occidente. El dinero entra limpio y termina alimentando el genocidio en Palestina. Cada joya, cada piedra brillante, esconde la sangre de dos pueblos: el congoleño y el palestino”. Concluye Akeju: “luchar por Palestina también es luchar por el Congo. El lujo y la muerte cotizan en la misma bolsa”.