os que disfutan ir a los museos, entre las muchas carencias que padecieron durante la pandemia, estaba el carecer del alimento para la mente y el alma que proporcionan esos recintos. Pero hubo uno que vio la manera de sortear el problema y... sacó el museo a la calle.
Alejandra Utrilla, la incansable y creativa directora del museo que ocupa el corazón del colosal Monumento a la Revolución, anunció: “El Museo de la Revolución te recibe en la plaza”. Instaló una exposición en una de las explanadas laterales para conmemorar el 110 aniversario del inicio de la Revolución Mexicana y su 34 aniversario como recinto museístico a cargo de la Secretaría de Cultura capitalina.
Ahora nuevamente nos invita a una interesante muestra al aire libre: “Mujeres revolucionarias en la plaza”. Una serie de mamparas muestran fotografias con una breve biografía de muchas protagonistas destacadas y su papel en la guerra; sin embargo, la mayoría desconocidas.
Menciono algunas: Petra Herrera, que lideró tropas en la toma de Torreón; Ángela Jiménez, quien se disfrazó de hombre para trabajar como ingeniera en explosivos; Elena Arizmendi, fundadora de la Cruz Blanca, que salvó miles de vidas; Carmen Serdán, que acopió armas y defendió su casa a tiros; Leonor Villegas de Magón, quien organizó un cuerpo de enfermería. Las soldaderas villistas que combatieron en Celaya y Zacatecas, que nunca fueron reconocidas como veteranas.
Esas mujeres valientes y comprometidas, muchas en el frente de batalla, otras que curaban y alimentaban, demostraron que no sólo con balas se hacía la guerra. Encabezaron esfuerzos colectivos fundamentales que permiten afirmar que no “ayudaron” en la Revolución: la protagonizaron.
Como afirma la introducción de la muestra, “a pesar de ello, al triunfo de la gesta, su labor en tantos frentes no fue reconocida y no cosecharon los frutos. La Revolución necesitó a las mujeres para triunfar, pero no estuvo dispuesta a concederles derechos, ni el más elemental del voto”.
Hermila Galindo, escritora, maestra, periodista, política y sufragista mexicana, fue figura clave en los congresos feministas de Yucatán en 1916, en los que abogó por la igualdad política y de género.
Incansable luchadora, presentó las demandas de las mujeres revolucionarias ante el Constituyente reunido en Querétaro, y su documento fue desechado. Se adujo que “las mujeres eran demasiado influenciables” y que su participación política fortalecería a la Iglesia.
Afirman las organizadoras que la exposición no busca solamente rendir homenaje a esas mujeres luchadoras, también se comprometen con un futuro más incluyente. Aseguran que no sólo es un acto de justicia hacia el pasado, sino una necesidad ética para el presente. Una revolución que sólo recuerda a la mitad de quienes la hicieron está condenada a repetir sus exclusiones.
Ya que estamos aquí, vale la pena conocer el museo, que lo recibe con un impresionante grupo escultórico de figuras blancas tamaño natural, llamada La bola, que se refiere a las personas anónimas que lucharon durante la Revolución, obra de Jethro Zúñiga.
La colección permanente se inicia con el museo de sitio, que cuenta la historia de lo que iba a ser el Palacio Legislativo que quedó inacabado y casi 20 años más tarde se convirtió en el Monumento a la Revolución. Es muy interesante conocer cómo iba a ser el ambicioso proyecto porfirista.
Después, tiene ocho salas en las que recorremos la histora desde el siglo XIX hasta el cardenismo con objetos de la época, fotografías y maquetas que recrean momentos fundamentales: el maderismo, la revolución popular con Villa, Zapata y la participación de las mujeres. Por supuesto, la sala del constitucionalismo y personajes como Obregón, Vasconcelos, De la Huerta, Calles y el Maximato, para terminar con Cárdenas.
Es el plan perfecto para conmemorar el inicio de la Revolución Mexicana y después irse a comer ahí mismo en la gran plaza, en Avenida de la República 157, al restaurante La Soldadera. Tiene una terraza agradable o el interior, más cantinero.
De su amplia carta le sugiero los tacos Revolución, de suadero bañados en salsa de frijol; la crema de chicharrón; el robalo con salsa de huitlacoche y un toque de habanero, y si es carnívoro, hay muy buenos cortes. Si van en bola, el chuletón de res de un kilo 100 gramos es ideal para compartir, o si prefiere algo más modesto de precio, pero sabroso, unas albóndigas al chipotle con su arrocito blanco.











