n días recientes, el Partido Acción Nacional (https://is.gd/hSkvmF) llevó a cabo una operación de rebranding: “modificar de forma parcial o total el conjunto de elementos que identifican a una marca, con el objetivo de mejorar su posicionamiento”, proceso que “puede incluir una modificación en el nombre o diseño de la marca, o bien un cambio en algún sello característico en las campañas publicitarias, incluso, en la tipografía utilizada; también, puede considerar la transformación de las formas de trabajo internas...”.
¿Para qué? Pues para “recobrar el reconocimiento en el mercado o llegar a nuevos territorios” (https://is.gd/60F5uW). Que quede claro: el procedimiento no implica un cambio en el producto o en sus contenidos; se trata nada más de recuperar la preferencia de consumidores habituales y/o de atraer a consumidores nuevos.
Así, el todavía blanquiazul presentó su nuevo logo, informó que para la selección de candidaturas buscará adoptar el método de las encuestas, ya habitual en Morena, y anunció su divorcio del Revolucionario Institucional, después de un largo amasiato que empezó con Salinas y Fernández de Cevallos, se reafirmó en una alternancia que lo fue sólo de marcas y se formalizó en matrimonio, ya en pleno peñato, con el Pacto por México.
El relanzamiento meramente formal del panismo es elocuente sobre las concepciones de este partido o, mejor dicho, sobre sus confusiones: Acción Nacional ve las elecciones como un gran mercado en el que los partidos tratan de colocar su oferta política (así dicen: oferta) entre una masa de consumidores, que no de electores. Y es que desde hace muchos años el panismo no tiene proyecto político, sino plan de negocios; un plan en el que la operación principal consiste en monetizar (así se dice) las posiciones de poder que logre alcanzar.
Movimiento Ciudadano (MC), por su parte, es un supermercado de ideas y banderas en el que progresismos deliciosos conviven con frivolidades tiktokeras y con las expresiones más bravías del pensamiento autoritario y conservador.
Es una criatura quimérica con alas de ángel, cuerpo de iPhone y trasero de marrano. Busca recopilar disidencias e inconformidades buenaondita para trasvasarlas a la derecha, justo a la manera en que lo hizo durante un breve tiempo en España el partido Ciudadanos, que tuvo su auge entre abril y noviembre de 2019 y que también es color naranja. Al igual que éste, MC trata de ser novedoso y empático con todas las criaturas del orbe. Acaso alguna de sus candidatas o candidatos imite pronto a Albert Rivera, un (entonces) joven dirigente de Ciudadanos que hizo campaña en los comicios catalanes de 2006 con un cartel en el que aparecía desnudo y rodeado de frases geniales: “Sólo nos importan las personas”, “no nos importa dónde naciste, la lengua que hablas ni qué ropa vistes, nos importas tú” (https://is.gd/H9YtzM).
Mientras tanto, lo que queda del viejo PRI es meticulosamente destazado por su presidente nacional, quien sigue empecinado en hacerse hara kiris declarativos y mediáticos y en conducir la organización que encabeza a grados cada vez más hondos de intrascendencia.
Él sí tiene un proyecto y lo está llevando a cabo con una eficacia indiscutible: la chatarrización terminal del priísmo.
Y no se trata de hacer una hoguera de las vanidades opositoras, sino de señalar que el vacío de grado intergaláctico de los institutos políticos que se oponen a la 4T puede ser un campo fértil para el surgimiento en México de una corriente de ultraderecha orgánica a la manera de Vox, en España, La Libertad Avanza, en Argentina, el uribismo colombiano o el movimiento MAGA de Estados Unidos; un fenómeno que coloniza, desplaza o destroza a las derechas convencionales y propugna sin tapujos un totalitarismo reaccionario que ya ni siquiera es nacionalista, como lo fueron los fascismos del siglo pasado, sino que busca articular una gran regresión histórica por encima de las fronteras nacionales.
Como en otras latitudes, aquí la derecha convencional ya coquetea con esas corrientes. Así lo exhibe la recién estrenada consigna panista, “Patria, familia y libertad”, que remplaza a la de inspiración socialcristiana “Por una patria ordenada y generosa”.
Es claro que “familia” hace referencia al modelo tradicional y excluyente y que “libertad” se refiere, sobre todo, a la de empresa. En cuanto a “patria”, no implica una postura soberanista y contraria a la injerencia extranjera, no; como lo explica el ideólogo panista Julio Castillo López, “defender la patria (...) es rechazar el entreguismo frente al crimen y el desprecio al estado de derecho” ( https://is.gd/XB4cDg ).
O sea que “patria” sintetiza el punitivismo y el populismo penal. Ser “patriota”, en consecuencia, implica aceptar y respaldar los amagos trumpistas de incursiones en el territorio nacional con el pretexto del combate a la delincuencia. El vacío es un peligro para México. Por el bien de todas y de todos, ojalá que las oposiciones partidarias puedan dotarse de contenidos.












