Verónica Ituarte 1956-2025
enía una voz enorme y sumamente disciplinada, por supuesto, pero al mismo tiempo la maestra permitía que el sonido de sus cuerdas reptara y se sacudiera entre riesgos instantáneos y lúdicos devaneos que ella misma celebraba con amplias sonrisas. Era así como Verónica Ituarte evidenciaba sus primeros tiempos en la música clásica y su abierto y apasionado y profundo amor por el jazz.
Durante las presentaciones del disco Jazzentiste, en 2001, a Juan José Calatayud le gustaba contar con lujo de detalles la manera como había conocido a Verónica 16 años antes, durante el Festival Mozart, y remataba diciendo “en verdad se me cayeron los calzones al escuchar la impresionante voz de aquella jovencita cantando las arias de Mozart”. Calatayud la invitó entonces a una de sus clases de jazz y desde entonces la joven vocalista se volcó de lleno en la música sincopada.
Al igual que su voz, su historia fue enorme y llena de anécdotas, hasta que en 2008 decidió dedicar la mayor parte de sus tiempos a la docencia en la Escuela Superior de Música del Inbal, donde tuvimos el lúdico honor de conocerla personalmente allá por 1999. Y ahí se mantuvo hasta el último momento, luchando contra el cáncer que se le diagnosticó en 2023.
Verónica Ituarte nació en la Ciudad de México el 8 de diciembre de 1956 y aquí mismo falleció el 23 de octubre de 2025.
Hace apenas medio año, el pasado 9 de mayo, después de un prolongado retiro de los escenarios, ofreció un último concierto en el Multiforo Alicia, con Baldomero Jiménez al piano (su cómplice musical en los últimos años), Arturo Luna en el contrabajo (como lo hiciera él desde hace tres décadas) y Luis Huerta en la batería.
Su producción fonográfica no fue muy abundante. Su debut fue en 1996 con el casete En vivo desde el Museo del Chopo, con Irving Flores al piano, Gabriela Luna en percusiones y Federico Luna en la armónica. Después vino Alucinaciones (1998), Francisco Téllez al piano, Luri Molina en el contrabajo y Pablo Salas en el sax tenor. Jazzentiste (2001) fue el rencuentro con su maestro Calatayud al piano, Arturo Luna en contrabajo y Alejandro Pinocho López en la batería. Juguetería (2004) lo grabó junto con el trío Ethos: Arturo Luna (contrabajo), José Gurría (batería) y Javier Reséndiz (piano), y de igual forma se presentaron en 2005 en el Palacio de Bellas Artes. Finalmente llegó Enteramente para mí (2007), con Baldomero Jiménez (piano), Fabián Cocho (batería), Omar Anguiano (contrabajo) y Arturo Luna como contrabajista invitado en dos temas.
Antes de que apareciera el disco, la Ituarte ya presentaba este proyecto en concierto. Nosotros pudimos estar en uno de ellos y escribimos:
Verónica Ituarte se ha redescubierto como intérprete, y a través de un espectáculo con el contundente título de Enteramente para mí, se presentó en un abarrotado, desbordado auditorio del centro cultural Jaime Torres Bodet, mejor conocido desde hace varias generaciones politécnicas como El Queso.
Este feliz retorno a las rutas esenciales de su decir y su cantar se inicia en agosto de este año, en el teatro Benito Juárez, con la Ituarte echando mano de una serie de canciones mexicanas que antes de ella, de Verónica, poco o nada tenían que ver con el jazz, pero que ya en el abordaje vocal y los arreglos instrumentales se dejan deslizar por el entramado jazzístico que las reinventa, para nuestro bien y el de toda su santa identidad.
Nos emocionamos, por supuesto; desde la trova de Armando Rosas, Carlos Arellano, Rafael Mendoza, Patricia Carrión, Laura Avitia o Armando Manzanero, hasta las cátedras scateantes de Tema de Biringo y Mujer herida. Esta última es una enorme composición con aroma a tango de Olivia Revueltas, a la que Verónica añadió una introducción de contrabajo con arco, y que la gente recibió, en estreno mundial, con carretadas de aplausos y ovaciones. Al finalizar el tema, la Ituarte presenta y agradece el obsequio a Olivia, que coincidentemente andaba de vacaciones familiares en esta ciudad (ella radica en San Antonio, Texas), y la célebre pianista mexicana se puso de pie para agradecer la nueva ovación del emocionado respetable.
Otro gran momento en la noche llegó con El sonsonete, un tema de Alfonso Maya que entre cumbia, salsa y huapango ocultaba lo intrincado de su esquema, pero que logró dibujar con muy buen humor las angustias que nos aquejan cuando algún nefasto sonsonete toma por asalto nuestro cerebro para brincar impunemente ante la total impotencia de nuestras gastadas defensas neuronales.” ( La Jornada 01 /11 / 05)
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