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“Hay que aceptar que el arte contemporáneo se desarrolla en múltiples capas colaborativas”

Rafael Lozano-Hemmer, destacado creador multimedia, ofreció una charla en el Cenart

 
Periódico La Jornada
Domingo 23 de noviembre de 2025, p. 5

El artista mexico-canadiense Rafael Lozano-Hemmer, una de las figuras más influyentes del arte electrónico contemporáneo, ofreció una charla en el Centro Nacional de las Artes (Cenart) dirigida a estudiantes y público general interesado en prácticas interactivas.

Su obra ha transformado la noción tradicional del creador y replantea la relación entre los espectadores y propuestas que invitan a reflexionar sobre los límites entre arte y política.

Lozano-Hemmer se distingue por crear piezas multimedia de gran escala que combinan arquitectura, robótica, proyecciones, sensores, sistemas de vigilancia, redes de comunicación y complejos dispositivos lumínicos.

Sus instalaciones no funcionan como objetos estáticos, sino como espacios que dependen de la presencia física del público y su interacción con el entorno.

Cada obra se activa cuando los cuerpos, las voces o los movimientos de los visitantes afectan directamente el sistema, completándose únicamente con la participación de quienes la experimentan.

En entrevista con La Jornada, explicó que el concepto de autoría atraviesa un momento de transformación profunda.

“Antes se pensaba que el artista era una especie de mesías, un enviado de Dios o alguien con un talento irreproducible”, recordó. Hoy, las dinámicas son mucho más colectivas:

“El talento se ejerce en redes y permanece ligado a conexiones con otros. Trabajo con un equipo que me apoya en programación, diseño e instalación, y las obras permanecen incompletas hasta que el público participa.”

Describió esa participación como “una forma de coautoría: las piezas adquieren sentido cuando las personas intervienen con su voz, sus decisiones y sus desplazamientos.

“Esa interacción define el resultado final tanto como cualquier elemento tecnológico, lo que obliga a repensar los modelos tradicionales de autoría y aceptar que la creación artística contemporánea se desarrolla en múltiples capas de colaboración.”

En su ponencia también abordó los temas recurrentes de su obra: vigilancia, control, interconectividad y la actividad del espectador como elemento constitutivo.

Destacó que la tecnología no es sólo una herramienta, sino un lenguaje inseparable de la vida contemporánea. Recordó que en México la población pasa cerca de siete horas diarias frente a pantallas, lo que evidencia cómo los dispositivos determinan la percepción y la organización social.

“Sería imposible pensar cómo seríamos sin esa tecnología. Nuestro país y nuestra economía dependen de redes globalizadas”.

Advirtió que la concentración tecnológica afecta incluso los lenguajes que utilizamos, que tienden a reducirse a unos pocos idiomas globalizados.

Esta presión influye en la comunicación y en la manera en que las sociedades entienden la cultura. Por ello, consideró que el arte no puede mantenerse ajeno a la realidad planetaria ni a los sistemas de control que rigen la vida cotidiana.

“Es imposible pensar que el entorno del arte puede divorciarse de una sociedad controlada por métricas e intereses. Toda expresión artística tiene un componente político, incluso cuando el creador decide no enfatizarlo”, afirmó.

“El arte es siempre político, incluso si decide no serlo. La política es inevitable”. Añadió que incluso un gesto abstracto o un acto motivado solo por deseo personal produce efectos que influyen en otros.

“A veces subrayo más mi rol en una acción política, pero en otras, incluso al hacer una abstracción o algo por puro deseo, forma parte de una micropolítica.”

Su reflexión sobre autoría, tecnología y participación del público abrió un espacio de discusión sobre los grandes cambios políticos globales y el papel del arte en un mundo atravesado por dispositivos, datos y sistemas de vigilancia.

El encuentro subrayó la transformación del arte contemporáneo hacia una experiencia compartida, en la que el espectador deja de ser un observador pasivo y se convierte en parte activa de la obra.