PREOCUPANTE CAMBIO EPISCOPAL
La designación de Raúl Vera, hasta ayer obispo coadjutor de San Cristóbal de las Casas, como nuevo titular de la diócesis de Saltillo, Coahuila, tendrá seguramente importantes repercusiones en el escenario chiapaneco, tanto en los asuntos estrictamente eclesiales y pastorales como en los relacionados con las circunstancias políticas y sociales que se experimentan en Chiapas.
Ciertamente, el nombramiento, la remoción o el traslado de prelados son decisiones que corresponden al Vaticano ųespecíficamente al Papaų, y tanto Vera como Samuel Ruiz han señalado que aceptan la determinación proveniente de Roma. Sin embargo, diversas personas y organismos, de diferentes talantes y orientaciones, han manifestado su preocupación por la salida de Vera de la diócesis de San Cristóbal y han alertado sobre los posibles riesgos que este hecho podría tener en el ya de por sí tenso panorama chiapaneco.
En primer lugar, resulta evidente que con la partida de Vera se abre un momento de incertidumbre en la diócesis que, en su carácter de coadjutor con derecho de sucesión, debería dirigir tras el próximo retiro de Samuel Ruiz. Para su feligresía, la partida de Vera es un motivo de tristeza y de preocupación, pues el ahora obispo de Saltillo asumió con vehemencia ųdurante su trabajo pastoral en San Cristóbalų la defensa de los indígenas, la opción preferencial por los pobres y la búsqueda de la paz. Para sus detractores ųel ala más conservadora de la Iglesia católica, grupos de poder político locales y nacionales y muchos de los sectores más retardatarios de la sociedad chiapanecaų la presencia de Vera en San Cristóbal representaba la continuidad del trabajo pastoral y social encabezado por Samuel Ruiz, labor que ųcabe señalarų ha resultado invaluable en el esfuerzo por revertir la miseria, la injusticia, la marginación y la discriminación que padecen las comunidades indígenas de Chiapas.
No es por ello de extrañar que esos sectores de la jerarquía católica y de las oligarquías políticas y económicas chiapanecas ųasistidos por diversas instancias y funcionarios gubernamentalesų hayan emprendido a lo largo de 1999 una campaña encarnizada de ataques y acusaciones ųtanto ante la opinión pública como ante el Vaticanoų con el objetivo de impedir que Vera ejerciera el derecho de sucesión de la diócesis de San Cristóbal. En este sentido, ha de señalarse que para varios conocedores de la realidad chiapaneca está claro que, aunque corresponde al Papa la última palabra sobre el nombramiento de obispos, la embestida de los grupos opuestos a Ruiz y Vera tuvo un peso determinante en el traslado de este último a la diócesis de Saltillo.
Finalmente, es previsible que la partida de Vera y el próximo retiro de Ruiz producirán un importante vacío en Chiapas, pues la diócesis de San Cristóbal representa uno de los pocos factores de equilibrio y mediación que quedan en el turbulento escenario chiapaneco y uno de los actores primordiales en el proceso de paz. Así, de no continuarse el trabajo encabezado por Ruiz y Vera, podrían incrementarse los riesgos de un recrudecimiento de la violencia en contra de las comunidades indígenas y los obstáculos para alcanzar una paz justa y digna en Chiapas podrían volverse mayores.
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