PELIGROSA DEPENDENCIA ALIMENTARIA
Según una fuente insospechable de cualquier partidarismo opositor y alarmista ųla Confederación Nacional de Propietarios Rurales, estrechamente ligada al Partido Revolucionario Institucionalų, la autosuficiencia alimentaria se aleja cada vez más, ya que el país importa entre un quinto y un cuarto del volumen de maíz necesario para confeccionar la tortilla, alimento básico de la población mexicana.
Es grave pensar qué sucedería si, por cualquier razón, no se pudiese cubrir el déficit maicero con la importación estadunidense (la cual, dicho sea de paso, supera en mucho la cuota establecida para el 2000 por el Tratado Norteamericano de Libre Comercio). El encarecimiento de la clásica tortilla y, consecuentemente, la caída aún mayor del nivel de vida y de consumo de los más pobres sería un resultado casi automático, mientras que el aumento del área sembrada con maíz ni sería inmediato ni resultaría fácil, dada la migración campesina y dado el desamparo en que está el campo...
Desaparecidos los precios de garantía y virtualmente eliminada la distribución estatal maicera con fines sociales, los campesinos más pobres se han refugiado en el autoconsumo maicero, que combinan con el trabajo no agrícola. El resultado ha sido un estancamiento de la producción que impide compensar el crecimiento demográfico, con una obvia mayor dependencia de las importaciones.
Ahí precisamente reside el mayor peligro: mientras en 1994 se importaron casi un millón 700 mil toneladas de maíz y cuatro años más tarde casi el doble (tres millones de toneladas), se prevé para el 2000 una importación de casi cinco millones de toneladas, lo cual llevaría en poco más de un lustro casi a triplicar el saldo negativo entre la producción maicera nacional y el consumo nacional del principal alimento de los mexicanos. Este solo índice bastaría para ilustrar la desastrosa situación de la población rural y, sobre todo, del subsector maicero...
Los campesinos necesitan, en cambio y urgentemente, un apoyo especial en créditos, en precios favorables para los productos de importancia estratégica, en infraestructura hidráulica, en el sector de las comunicaciones y en medidas de defensa del ambiente. La autosuficiencia y la seguridad alimentarias no son sólo objetivos de justicia social: son también medidas indispensables para la defensa de la soberanía. Esta no se defiende aumentando el presupuesto para las fuerzas armadas, sino creando las condiciones sociales fundamentales para combatir la siembra de enervantes, reducir la delincuencia, permitir una estabilidad social y para reducir la migración de los brazos más jóvenes y productivos. Se defiende particularmente eliminando las dependencias, tanto de la droga, que sustituye a los productos con precios de miseria, como la "tortilla-dependencia" de los productos extranjeros pagados con el producto de la exportación petrolera. No se puede crear una creciente escasez de alimentos pagándola además con una creciente escasez de recursos estratégicos y no renovables.
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