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México, D.F. domingo 9 de enero de 2000
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Editorial

UNA GUERRA HIPOCRITAMENTE TOLERADA

SOL Europa conoció hasta hace poco en los Balcanes la primera guerra de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) que, con el beneplácito de algunos ingenuos y otros cínicos que hablaron de "injerencia humanitaria", introdujo nuevamente la guerra, tras 50 años de paz, en el Viejo Continente. Ahora tolera o condena tibia e hipócritamente una guerra colonial aún más atroz, que tiene como trasfondo el control del petróleo y prepara las condiciones para un poder totalitario, militar-mafioso, en la segunda potencia nuclear del mundo, Rusia.

En el mismo momento en que salen a la luz las mentiras y manipulaciones de los "humanitarios" de la OTAN, en el mismo momento en que la universidad griega de Demokritos, en Tracia, expone que la de Yugoslavia fue una guerra química y ecológica deliberadamente organizada para destruir el ambiente y golpear a los civiles, los militares rusos intentan tender una cortina de información ųque tarde o temprano, como en el caso yugoslavo, se sabrá que es amañadaų sobre los efectos de su guerra contra la población chechena.

Como se recordará, el ejército ruso lanzó no hace mucho un ultimátum a los que seguían viviendo entre las ruinas de Grozny, amenazando con matarlos a todos si no se retiraban de la ciudad. Ahora, ante la resistencia, declara en cambio que observara un compás de espera en las operaciones para evitar pérdidas civiles pero, al mismo tiempo, el ex presidente Boris Yeltsin no puede evitar expresar su racismo al declarar que "los chechenos limpiaran los escombros de Grozny con sus propias manos".

Lo cierto es que el reemplazante de Yeltsin en el Kremlin Vladimir Putin, ex hombre del KGB, debe su cargo y su popularidad al chovinismo antichecheno y a la guerra que le dio una imagen de hombre fuerte, además de que la mafia que ocupa los altos cargos rusos tiene fuertes intereses en ese conflicto.

Si la guerra se empantanase en plena campaña presidencial, Putin podría perder posiciones, de modo que las acciones bélicas seguirán, a cualquier costo. De modo que los gobierno que apuestan todo al entorno que gobernó a Yeltsin y que está con Putin y que fingen no ver la guerra de Chechenia y sus horrores, están trabajando en realidad para desestabilizar a Europa, están preparando un "zar de Rusia", están fomentando el poder del nacionalismo, de los militares, de los servicios secretos en el país más vasto y rico de Europa y están acabando de hundir en el oprobio tanto a su política de "injerencia humanitaria" criminal en Yugoslavia como su política actual de complicidad igualmente nefasta ante los herederos de los zares. No es posible hablar al mundo de libertad y de democracia cuando se adopta el cinismo y la ceguera como política.


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