LAS GRANDES HABAS ALEMANAS
Es cierto que, en materia de corrupción, en todas partes se cuecen habas (y si no que lo digan la operación Manos Limpias en Italia, que hundió al Partido Socialista y a la Democracia Cristiana, aliados en el gobierno de entonces, o los escándalos que salpicaron al gobierno de François Mitterrand, o los que le han hecho la vida imposible a Clinton y al Partido Demócrata estadunidense). Pero en la imaginación popular, Alemania parecía una isla poblada por gente altamente ética y el canciller Helmut Kohl, líder de la Democracia Cristiana, artífice de la unidad alemana y de la construcción de la moneda única europea, hasta por motivos religiosos, parecía un hombre chapado a la antigua, de sólida moral y el respeto por las leyes parecía inspirar su administración.
Sin embargo, no ha resultado así y todos ven que las habas alemanas son bastante grandes: en efecto, Kohl y su sucesor a la cabeza del partido, Wolfgang Schaübel, han reconocido reiteradas violaciones a la ley sobre el financiamiento y la actividad de los partidos, así como el abuso de cuentas secretas, resultantes, según ellos, de donaciones de anónimos empresarios simpatizantes. Para colmo, el caso ųo sea, la mutua dependencia que se establece entre donante y político, que se presume retribuirá con creces el favor recibidoų pasó del plano moral al policial y judicial, al desaparecer unos cuatro millones de marcos y al suicidarse un administrador de la Democracia Cristiana.
Aunque la popularidad de Kohl ante su base más directa no ha sido afectada, sí ha resultado lesionada la credibilidad de la Democracia Cristiana ante muchos sectores conservadores y religiosos, y su capacidad de atracción de nuevos electores, así como su prestigio en los medios políticos de la Unión Europea, comenzando por el grupo de Centro en el Parlamento Europeo de Estrasburgo.
Es evidente que la mundialización ha traído aparejada, incluso en las tierras de Kant y de Lutero, una caída del nivel ético, una "americanización" de la política, que se rige por el solo criterio de la eficiencia y de la eficacia a cualquier costo, y por la necesidad de disponer de fondos suficientes para pasar de la conquista del votante en su casa, barrio o aldea, a la conquista de las mentes mediante los medios de comunicación e información electrónicos masificados.
La transformación de los partidos de aparatos militantes para ganar y organizar ciudadanos en maquinarias publicitarias con métodos de mercadeo y funcionarios estipendiados para la difusión de unos pocos mensajes ha sido rápida y costosa. Sobre todo en el caso del partido de la derecha ųel de Kohlų que, para colmo, dirigió Alemania solo durante un largo periodo.
Eso deja hoy a los socialistas y a los Verdes, por contraste, como los partidos supuestamente del cambio, pero también de la conservación de los valores tradicionales, como los partidos de los trabajadores, pero además de las nuevas clases medias e igualmente como los representantes potenciales de amplios sectores campesinos apegados a la honestidad y la verdad, y opuestos a la inescrupulosidad de quienes quieren ser sus dirigentes. Ante ellos Kohl aparecía como una especie de campesino conservador, por su nombre, su masa, su oratoria. Eso le costará ahora tanto a él como a su partido.
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