EUROPA: ƑNUEVO TLC Y VIEJOS ERRORES?
La aprobación de los cancilleres de la Unión Europea (UE) al acuerdo de libre comercio entre esa entidad multinacional y nuestro país, anunciada ayer en Bruselas, nos acerca al escenario de una nueva apertura de los mercados nacionales. La entrada en vigor del libre comercio entre México y la UE ya sólo depende de la aprobación del documento respectivo por el Parlamento Europeo, el Senado de nuestro país y la firma, que podría realizarse el mes próximo en la capital portuguesa.
Estos hechos hacen necesaria la reflexión sobre el sentido de esta nueva aventura de liberación comercial, a seis años de la entrada en vigor del TLC de América del Norte.
Por principio de cuentas ha de señalarse que si el TLC con Estados Unidos y Canadá suscitó un vasto e intenso debate en el país ųdiscusión que, según los estilos gubernamentales del sexenio anterior, no fue visto ni oído por las autoridades--, el acuerdo con Europa ha sido negociado en un espíritu de mayor sigilo, si cabe, que su predecesor.
En 1992-1993 los negociadores mexicanos sacrificaron los intereses nacionales y aceptaron un documento que resultaba favorable a las necesidades del sector financiero, pero que ųse advertía desde entonces, y los hechos lo ratificaronų fue demoledor para la industria en general y para amplios sectores agrícolas.
Hoy es inevitable prever que lo que queda de la agricultura y de la agroindustria nacionales, con toda la desatención de que han sido objeto durante el presente sexenio, pueden enfrentar una competencia aplastante y letal frente a la agresiva industria alimenticia europea, la cual, por añadidura, se caracteriza por recibir fuertes subsidios de sus respectivos gobiernos y por disponer de grandes programas oficiales de apoyo a la integración de cadenas económicas entre agricultores, empacadores, industriales y exportadores.
En los ámbitos industrial y de bienes de consumo, es claro que el acuerdo referido resulta promisorio para la UE, la cual necesita territorios de competencia con Estados Unidos. Pero para México, los beneficios de la próxima apertura no son evidentes. Por el contrario, parece inevitable que la liberación aduanera resultante del acuerdo comercial implique una invasión de productos semejante a la que, en 1994, desequilibró nuestra balanza comercial con Estados Unidos y Canadá y constituyó ųsegún la apreciación presidencialų un importante factor en la gestación de la crisis que estalló en diciembre de ese año.
Nuestro intercambio comercial con la Europa comunitaria es, de por sí, gravemente deficitario: le vendemos menos de la mitad de lo que compramos a los países que la integran, y nada garantiza que el inminente acuerdo no contribuya a ahondar esta desigualdad.
Ante la seriedad de esta perspectiva, la opinión pública nacional debiera asumir el acuerdo comercial con Europa como un tema central del debate por el país.
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