MICROSOFT: MONOPOLIO Y FRAGILIDAD
Antier, el esperado fallo del juez estadunidense Thomas Penfield Jackson contra la empresa informática Microsoft, la cual fue hallada culpable de prácticas monopólicas ilegales, arrastró al índice bursátil Nasdaq, que agrupa las acciones de las empresas de cómputo, en una caída sin precedentes. Los títulos de Microsoft perdieron, en el curso de la jornada, cerca de 14 por ciento de su valor, lo que equivale a decir que la empresa se depreció de manera brusca en unos 80 mil millones de dólares.
El episodio tiene dos implicaciones sobre las cuales es pertinente reflexionar. La primera es que el fallo fue un reconocimiento judicial a la convicción de millones de consumidores de programas de cómputo en el mundo entero que padecen, desde hace años, el monopolio de la empresa de Bill Gates, y para quienes los productos de Microsoft constituyen una compra casi obligatoria. No satisfecha con dominar 80 por ciento del mercado de sistemas operativos para computadoras personales, la corporación ha venido presionando -por medios ilícitos, como lo determinó el juez Jackson- para sacar de la competencia a sus rivales en la fabricación de navegadores para Internet.
Lo más preocupante es que, fuera del ámbito estricto de la informática, Microsoft ha acumulado un poder económico, político, mediático y hasta cultural, sin precedentes, y que figura, en el mundo contemporáneo, como una de las mayores concentraciones planetarias de dinero, influencia y capacidad de presión.
Desde otra perspectiva, el terremoto financiero causado por el fallo adverso a Microsoft -y en el cual resultaron afectadas muchas bolsas del mundo, incluida la de México- es un recordatorio de la inmensa fragilidad de la lógica de especulación en la que descansa la economía planetaria de nuestros días.
El hecho de que la mera expectativa de una resolución judicial sea capaz de desvanecer una suma equivalente a la deuda externa pública de México expresa en todo su dramatismo y peligrosidad el carácter ficticio e irracional de los mecanismos bursátiles, los cuales no reposan en la riqueza real y el valor verdadero de las empresas, sino en los estados de ánimo de un puñado de grandes especuladores.
Podría tratarse sólo de un juego apasionante, pero los terribles impactos de los tropezones bursátiles en los niveles de vida de sociedades enteras hacen que sea, por encima de otras consideraciones, un juego inmoral, desestabilizador y catastrófico.
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