DF: FALLO PLAUSIBLE
Ayer el Tribunal Electoral del Distrito Federal, por mayoría de tres a dos, declaró infundadas las impugnaciones panista y priísta al registro de Andrés Manuel López Obrador como candidato a jefe del Gobierno capitalino. Al mismo tiempo, el organismo judicial rechazó, por unanimidad, el recurso interpuesto por los perredistas contra el registro del aspirante priísta al mismo cargo, Jesús Silva Herzog Flores. Con ello, la contienda electoral en la capital de la República retoma su curso político natural y se despejan factores de incertidumbre que nunca debieron estar presentes.
Ambas impugnaciones estaban basadas en subterfugios legaloides, si no es que en ambigüedades meramente administrativas o en falsificaciones burdas, que no justificaban la revocación de candidaturas regulares y legítimas.
Por lo que hace al aspirante del partido del sol azteca, era claramente improcedente el afán de determinar qué porcentaje de los días de los últimos cinco años ha permanecido en la capital, para de allí validar o invalidar su registro por parte del Instituto Electoral del Distrito Federal (IEDF), ante el cual el tabasqueño presentó una constancia de residencia que le expidió la delegación Coyoacán. Los intentos panista y priísta por impedirle participar en la elección del 2 de julio, basados en documentos de origen más que dudoso, no tenían como fundamento, ciertamente, un afán desinteresado en hacer cumplir la ley; por el contrario, tales intentos fueron fruto de la preocupación por los índices de popularidad logrados por el tabasqueño, preocupación que derivó en una determinación de sacarlo de la contienda con argucias de leguleyo; en el caso del PAN puede presumirse, como factor adicional, el encono personal de Diego Fernández de Cevallos contra el ex presidente nacional del PRD y que ha sido señalado por diversos medios.
En cuanto a la impugnación contra el registro de la candidatura de Silva Herzog Flores, también desechada, habría podido tener alguna razón administrativa, basada en la diferencia entre el nombre que se consigna en el acta de nacimiento del candidato priísta y el apelativo que ha utilizado a lo largo de toda su carrera política. En todo caso, y habida cuenta que nunca hubo confusión ni conflicto de identidad, ni hubo ningún propósito delictivo en el cambio de nombre, el recurso de apelación contra el ex secretario de Hacienda y ex embajador en Washington era una mezquindad improcedente que en nada contribuía al buen desarrollo de las campañas en curso.
Finalmente, cabe felicitarse que todos los impugnadores, el PRI y el PAN, en el caso de López Obrador, y el PRD en el caso de Silva Herzog Flores, hayan optado por la civilidad y la mesura y hayan renunciado a llevar sus quejas hasta el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación. Poco importa que, en el primer caso, los quejosos actúen no por ética política, sino movidos por un cálculo pragmático del costo político que les significaría la prolongación del diferendo, el cual, a la postre, y como lo admiten priístas y panistas, acabó favoreciendo al aspirante impugnado. La superación de estas escaramuzas de barandilla permitirá centrar las campañas en lo que realmente cuenta: las propuestas.
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