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México, D.F. sábado 10 de junio de 2000
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Editorial

ƑQUE PASA CON EL PESO?

SOL En 1976 se presentó una crisis de fin de sexenio, que se repitió en 1982 con resultados desastrosos, para replicar en 1988 y dejar al país en la lona en 1994, cuando al mismo se le hizo creer que había entrado en el Primer Mundo. Ahora, el peso flaquea y se devalúa -''desliza'', matizan los voceros gubernamentales-, por lo que es lícito preguntarse si el fantasma del pasado no reaparecerá. Las autoridades, por supuesto, dicen que esta vez todo será diferente y que la crisis de final de sexenio está excluida, entre otras cosas porque el país cuenta con 33 mil millones de dólares en reservas. Pero olvidan que al primero de enero de 1994, México tenía 24 mil millones de dólares de reserva, que aumentaron a 29 mil en un mes a pesar del levantamiento zapatista en Chiapas, pero que esa reserva cayó brutalmente después del asesinato de Luis Donaldo Colosio, de la amenaza de renuncia del secretario de Gobernación, Jorge Carpizo, y del asesinato del secretario general del PRI, Francisco Ruiz Massieu, y quedó reducida a sólo 4 mil millones al cierre del salinato, los cuales no bastaron para hacer frente a la crisis financiera y especulativa desatada.

El problema político -o sea, la inquietud de los capitalistas ante el futuro inmediato del país- otorga, por consiguiente, gran fragilidad a la situación económica y todos coinciden hoy en decir que las declaraciones del candidato del PRI, Francisco Labastida, sobre el peligro de que el representante del PAN desate el ''México bronco'' han ayudado a devaluar el peso que, por otra parte, estaba sobrevaluado.

Sin embargo, la base de la inestabilidad cambiaria no se debe sólo a un factor coyuntural. En efecto, a los grandes exportadores (o sea, a las grandes empresas maquiladoras extranjeras y sus filiales agroindustriales) les conviene una devaluación del peso, porque hace menos caras y más atractivas sus exportaciones. Esas empresas, por supuesto, tienen un peso decisivo en el sector exportador y en el financiero. Además, actúan en la Bolsa Mexicana grandes grupos especulativos y en sólo un mes se han ido de la bolsa 8 mil millones de dólares de inversionistas extranjeros. Esto es, se van más dólares de los que entran. A eso se agrega que todo el sector financiero está en manos de banqueros que antes de convertirse en tales fueron agentes de bolsa, es decir, especuladores, y estas personas controlan, a través de los bancos, las casas de bolsa y las casas de cambio, lo cual, al igual que la supresión de todo control por el Banco de México sobre el tipo de cambio, añade inestabilidad al panorama. En efecto, por ley el Banco de México sólo interviene automáticamente comprando o vendiendo dólares hasta un valor de 200 millones de éstos, en el caso de una caída o de un aumento de 2 por ciento en el valor del peso. Esto le permite, sin duda, hacer frente a movimientos normales en el mercado de cambio, pero no lo arma frente a las emergencias. De este modo el ''blindaje'' económico y financiero, que ha permitido contar con un buen ''colchón'' de divisas, no garantiza contra los riesgos derivados de la inseguridad política ni contra los ataques especulativos, porque en esos campos el Estado tiene sus flancos desguarnecidos, ya que no controla ni el sector bancario y financiero, ni el ritmo de las exportaciones y, además, debe hacer frente a una balanza de cuenta corriente permanentemente deficitaria, que le hace depender fuertemente de la voluntad de los inversionistas extranjeros. Mientras subsistan esas fuertes dependencias de factores incontrolables no estaremos, por consiguiente, a salvo de caídas o de fuertes crisis.


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