ARGENTINA EN EL TORBELLINO
En Argentina, a una huelga general acatada en 90 por ciento le siguió un paro general igualmente exitoso de los empleados públicos, que rechazan los despidos proyectados por el gobierno para ahorrar salarios, y ahora los trabajadores de la línea de bandera (aunque propiedad de Iberia), Aerolíneas Argentinas, ocupan las pistas del aeropuerto internacional de Buenos Aires porque la compañía española piensa despedir a mil 500 de los 5 mil obreros y empleados de la empresa aérea no hace mucho privatizada que, dicho sea de paso, antes de su entrega a Iberia, funcionaba sin mayores problemas financieros.
Al mismo tiempo, los profesores universitarios denuncian los cortes presupuestarios que afectarán profundamente la enseñanza pública y, por si fuera poco, el secretario general de la Confederación General del Trabajo (CGT) perteneciente además al sector oficialista y más blando frente al gobierno, plantea el abandono de la paridad peso-dólar. En efecto, sobre todo ahora, con el dólar caro, las mercancías de todo tipo que exporta Argentina salen del mercado pues no son competitivas con las de otros países, como Brasil, de divisa más débil. Por consiguiente, las empresas pierden ventas, despiden o suspenden trabajadores, el mercado interno se restringe y, con él, se debilita la recaudación impositiva (que sólo es total en el caso de los asalariados, ya que los grandes capitales evaden sus obligaciones fiscales).
En una palabra, se está creando un bloque entre los industriales y los comerciantes que dependen del mercado interno, los exportadores de productos industriales o agropecuarios y los trabajadores organizados más la Iglesia católica, en torno a una propuesta de modificación de la política cambiaria y de la política fiscal.
Eso implica, a plazo medio, desconocer el pago de la deuda externa, que representa 25 millones de dólares diarios y determina los recortes fiscales y la recesión, y puede también traer como consecuencia una ruptura con las recomendaciones del Fondo Monetario Internacional, verdadero hacedor de la política económica argentina.
Una devaluación no conlleva necesariamente el control de cambios, un nuevo proteccionismo, el retorno de la inflación ni mucho menos una moratoria en el pago de la deuda, pero contiene, sin embargo, todos esos peligros. Además, y sobre todo, afectaría nuevamente los equilibrios en el Mercosur y, en particular, aquellos entre Argentina y Brasil, ya lesionados por la devaluación brasileña.
Si agregamos que comienzan a ir a la cárcel, por delitos económicos, los hombres clave del gobierno de Menem, la situación no es la mejor para atraer inversionistas que aporten dólares y sostengan la paridad actual. De modo que se puede inferir que, bajo el impacto de los movimientos sociales y de la inestabilidad política, la economía argentina entra de lleno en el torbellino, y no por obra y gracia de los opositores menemistas sino a consecuencia de sus propias debilidades.
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