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México, D.F. lunes 4 de septiembre de 2000
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Editorial

POR LA TOLERANCIA

SOL El acto por la tolerancia efectuado ayer en el Zócalo capitalino, con la participación de personas destacadas de las comunidades política, artística e intelectual, es expresión de un llamado atendible y necesario al desarrollo, en nuestro país, de reglas de convivencia social acordes con las nuevas realidades nacionales e internacionales del siglo XXI.

En el panorama externo, México debe convivir, interactuar, cooperar y comerciar con naciones de diferente matriz cultural, religiosa e idiomática. La globalización económica y política en curso, a pesar de sus consecuencias uniformadoras, pone en contacto a una vasta diversidad humana que requiere, antes que nada, ejercer la tolerancia.

En el ámbito interno se ha hecho evidente, en las últimas décadas del siglo XX, la pluralidad política, cultural, religiosa, sexual y hasta idiomática de México. Más aún, conforme la nación cobra conciencia de su enorme diversidad nacional parece ir quedando claro que la concepción de una sociedad homogénea en esos terrenos ha sido, en buena medida, un mito construido por los discursos oficiales -seculares y religiosos- con el propósito de preservar hegemonías políticas y espirituales.

En el momento actual es posible constatar que tales hegemonías se han colapsado. La secular, representada por el régimen posrevolucionario y su partido, fue derrotada en las urnas el pasado 2 de julio. La religiosa, reclamada por la jerarquía eclesiástica católica, es ya incapaz de controlar la moral privada y la vida íntima de sus propios fieles, y no se diga de los mexicanos que practican otro credo o que carecen de uno. Así lo puso en evidencia el reciente debate sobre la despenalización parcial del aborto, en el que la Iglesia católica se jugó todo su peso -y perdió- en el empeño de imponer leyes acordes a sus propias supersticiones y posturas morales al conjunto de la población.

En otro sentido, los indígenas rebeldes de Chiapas han hecho evidente que la institucionalidad del país no corresponde a las realidades multiculturales y que es preciso ensancharla para que los pueblos indios -con sus idiomas, con sus usos y costumbres, con sus ámbitos comunitarios- tengan un lugar digno en ella.

Los ciudadanos han logrado, en suma, y a pesar de enormes obstáculos e inercias, que el país reconozca su propia pluralidad partidaria, espiritual, moral y cultural. La clave para enfrentar esa pluralidad sin riesgos para la unidad nacional consiste en ensanchar y profundizar la cultura de respeto a la diferencia y que puede resumirse en la palabra tolerancia.


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