JUICIO DE AMPARO: REFORMA NECESARIA
De acuerdo con lo informado ayer por los ministros de la
Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) Juan Silva Meza y
Humberto Román Palacios, en breve se realizará el Congreso
Nacional de Juristas para elaborar una nueva Ley de Amparo.
La necesidad de reformas en esta materia se ha revelado
como urgente a raíz de los amparos con los que operan numerosos
giros negros en esta capital, situación que a su vez fue colocada
en el debate público tras el mortífero incendio de la discoteca
Lobohombo. La señalada no es, sin embargo, la única ni la
más importante de las distorsiones a la justicia que se generan
en el marco de la Ley de Amparo. En décadas pasadas, y en un contexto
distinto, numerosos terratenientes utilizaron la figura del amparo agrario
para impedir que sus latifundios fueran afectados por la Reforma Agraria;
en años y meses recientes, la sociedad ha sido agraviada por la
impunidad de que gozan presuntos defraudadores como Isidoro Rodríguez,
alias El Divino, gracias a recovecos legales en los términos vigentes
del juicio de amparo y también, por supuesto, a cuantiosos recursos
invertidos en pagar a equipos de abogados.
En el ámbito jurídico e institucional, es
claro que la actual formulación del amparo se presta a situaciones
paradójicas y contradictorias, como la posibilidad de anular, mediante
esta figura, una sentencia ejecutable, o las posibles redundancias del
amparo --concebido precisamente para proteger las garantías individuales
ante abusos de poder público-- y de las comisiones nacional y estatales
de Derechos Humanos, organismos no jurisdiccionales. En entrevista con
este diario --y publicada en estas páginas el pasado 23 de octubre--
el también ministro de la Suprema Corte, Juventino Castro y Castro,
formuló un diagnóstico exacto de los rezagos y las lagunas
jurídicas que es preciso corregir en la materia.
No vendría al caso, ciertamente, poner en tela
de juicio la pertinencia y la validez del Juicio de Amparo, un instrumento
jurídico inapreciable, ejemplar y de larga tradición --su
primera codificación data de 1847-- en la legislación mexicana.
Es claro, sin embargo, que esta figura ha ido quedándose rezagada
con respecto a las realidades sociales del México contemporáneo
y que en torno a ella se ha creado una zona de ambigüedad, impunidad
y corrupción que es necesario eliminar. Por ello, salta a la vista
la pertinencia y la necesidad de reformarla, actualizarla y adaptarla a
los nuevos tiempos nacionales. |